El Estado somos nosotros

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Los costarricenses, pacíficos demócratas, hemos observado con amargura, tristeza, franca decepción y enfado, como a paso acelerado nos han sumergido en un mar de corrupciones, pillajes e intromisiones indebidas en nuestras vidas y en la de nuestras familias.

Nos han robado hasta la capacidad de sorprendernos.  El escándalo que pudo haber pasado ayer, palidecerá rápidamente frente al que hoy nos golpeará, haciéndonos conservar, nada más que la lamentable certeza de que también nos sorprenderán mañana.  Ese círculo vicioso no tiene otro propósito más que el de desvanecer la importancia de los casos concretos y las responsabilidades, causándonos la impresión de que lo corrupto y escandaloso no es más que nuestra «nueva normalidad».

Pero pongan las autoridades responsables de la administración de los asuntos públicos sus barbas en remojo, porque la paz de un pueblo que años atrás fue bien educado, se está agotando! y si aquello llega a ocurrir, las consecuencias pueden llegar a ser más que lamentables para todos, porque de cobarde, han de tenerlo claro, no se acusó nunca en su historia a este pueblo. 

No nos referiremos a los hechos ilícitos que investigan las autoridades del Poder Judicial, quienes deben sentar las responsabilidades que corresponden, bajo el ojo fiscalizador de una población que ha sido llevada a perder la seguridad en lo propio;  la confianza en lo de todos y la esperanza de que las autoridades actuarán en su defensa.

Lamentablemente, la gestión pública del Estado ha sido paulatinamente convertida en un conjunto de procesos, que tienen como único propósito cierto, el justificarse a sí mismo, así  como justificar contablemente el inmenso costo que pagamos todos  por la existencia de ese aparato público burocrático e improductivo, que no es todo, pero no es poco.  

«L’État, c’est moi»    es la frase en francés atribuida al Rey Sol, Luis XIV de Francia que sirve de contraste al título del pronunciamiento de esta Cámara, por ser aquella, la expresión de un absolutismo de Estado que hoy los costarricenses estamos cerca de  padecer, no a manos de un rey, aunque existan quienes tengan aquellas ínfulas, pero sí como resultado del comportamiento y el mal funcionamiento de una parte del sector público y de un Gobierno, que cada día es más ajeno a las necesidades de todos nosotros, los costarricenses a quienes ellos están en el deber de servir.

Ilustra este pronunciamiento, los últimos hechos  confirmados en esa línea de abuso e irrespeto, cometidos por quienes fueron o aún son, responsables de de la educación de nuestros hijos, para aprovecharse de ellos y utilizarlos, bajo engaño, como instrumento para obtener información sensible de nuestros hogares.

No fue aquél un error casual enmendable con una simple renuncia, no fue el primero ni el segundo que cometen en la misma línea de pensamiento.   Su agenda ideológica no la comparten, porque el secreto se les impone.   A estas alturas, sin embargo, debería ser ya una obviedad para ellos, que no lo lograron, porque el propósito se conoce y no se les permitirá hacerla realidad.  

Nuestros hijos, los soldados de este país de paz sobre los que se construyó futuro y esperanza serán resguardados, y el daño que les han podido causar será enmendado.

No, señores y señoras en turno de Gobierno, el Estado no son ustedes! El Estado somos todos nosotros!  y no les permitiremos continuar por esa, la vía que desean para perpetuar en el poder sus ideas y continuar destruyendo esta nación, su noble historia, y los valores sobre los cuales fue fundada, aunque tanto empeño hayan puesto ustedes en distorsionarlos.

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