La fuerza del procesos electorales

El pueblo costarricense oficialmente ha sido convocado por el Tribunal Supremo de Elecciones, TSE, a participar en un nuevo proceso electoral, es importante detenernos un momento; no solo para hablar de papeletas, partidos o fechas, sino para reflexionar sobre lo que verdaderamente representa esta jornada en la historia viva de nuestra democracia.
Nuestra democracia no nació por accidente, ni de la noche a la mañana.. Fue forjada con esfuerzo, con dolor, y con decisiones valientes. Hace más de 70 años, este país vivió una guerra civil. Una herida profunda que pudo haber dividido para siempre a nuestra nación. Pero de esa tragedia nació una promesa: nunca más resolver nuestras diferencias por la fuerza.
En 1949, Costa Rica decidió abolir su ejército y confiar su futuro no a generales, sino a educadores, trabajadores, estudiantes y ciudadanos comprometidos. Se construyó una Constitución Política sólida, y se creó el Tribunal Supremo de Elecciones, una institución que desde entonces vela por la transparencia, la equidad y la justicia electoral. Por esto, cuando escuchamos el llamado oficial a elecciones, no estamos ante un acto meramente burocrático.
Estamos ante un acto profundamente simbólico y patriótico. Un recordatorio de que aquí, el poder no se impone, se elige. No se hereda, se gana. No se defiende con armas, sino con argumentos y votos. Hoy, más que nunca, este compromiso democrático tiene un valor especial. América Latina y el mundo atraviesa momentos complejos. En varios países hermanos, vemos cómo las instituciones democráticas se debilitan, cómo se pone en duda el valor del sufragio, cómo resurgen el autoritarismo, la censura y el desprecio por una democracia efectiva.
En medio de ese panorama, Costa Rica resiste; no porque sea perfecta: no porque esté exenta de desafíos; sino porque ha cultivado, a lo largo de décadas, una cultura de respeto, participación y legalidad. Aquí, cada voto cuenta. Aquí, cada ciudadano tiene voz. Aquí, la democracia no es un recuerdo, es una práctica viva del ser costarricense.
Pero tengamos claro: la democracia no se sostiene sola. No basta con llamar a elecciones. No basta con tener urnas y papeletas. La democracia se construye cada día, en el debate respetuoso, en la defensa de los derechos de todos, en la fiscalización del poder y sobre todo, en la participación activa y comprometida de la ciudadanía.
De aquí al día de las elecciones, tendremos tiempo para escuchar propuestas, debatir ideas, conocer a los candidatos y pensar con seriedad el país que queremos construir. Pero hoy, el mensaje es uno solo: hemos sido convocados. Una vez más, la historia nos llama a cumplir con nuestro deber cívico. Y que quede claro: votar no es solo elegir a alguien. Votar es un acto de responsabilidad colectiva. Es reconocer que lo que ocurre en nuestro país nos afecta a todos. Es asumir que las decisiones no las toman unos pocos en la sombra, sino el pueblo soberano a plena luz del día.
Así que esta convocatoria a elecciones nos encuentre muy despiertos y más críticos, sí, pero también constructivos. Exigentes, pero no irrespetuosos e indiferentes. Dispuestos a participar, no a quedarnos al margen. Que este proceso electoral sea, como tantos otros antes, una fiesta cívica. Un espacio de debate, de encuentro y de esperanza, para que al final del camino, independientemente de quién gane, ganemos todos. Porque gane quien gane, si el proceso fue limpio, libre y justo, entonces gana Costa Rica.
¡Qué vivan las elecciones! ¡Qué viva la democracia! ¡Y qué viva Costa Rica!
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