El futuro se construye con confianza y colaboración

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El futuro se construye con confianza y colaboración
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Costa Rica, un país conocido por su belleza natural, su pacifismo y su tradición democrática, enfrenta hoy una realidad que nos interpela a todos y que amenaza el futuro de nuestras generaciones más jóvenes. El 70% de las personas mayores de 25 años no ha terminado el colegio, y menos de la mitad de los niños que inician su educación se gradúan de secundaria. Estos no son solo números fríos; son historias truncadas, sueños aplazados y talentos desperdiciados. 

Hay más. Solo el 15% de los estudiantes que ingresan al sistema educativo público alcanza la universidad, mientras que el narcotráfico acecha en las esquinas, reclutando a jóvenes que, ante la falta de oportunidades, ven en el crimen una oportunidad atractiva. Y aunque Costa Rica ha sido un faro de democracia en la región, hoy solo la mitad de nuestros jóvenes valora vivir en libertad y rechaza los modelos autoritarios. En otras palabras, el 50% de nuestra juventud está anuente a vivir en un régimen autoritario ¿Cómo llegamos aquí? Y, lo más importante, ¿cómo salimos de esta encrucijada? 

Este no es un momento para la resignación, sino para la inspiración. No es momento para enfrentarnos sino para colaborar, para transformar los desafíos en propósitos y en oportunidades. 

Debemos apostar decididamente a la educación, que además de ser un derecho, es la llave del futuro.  Necesitamos escuelas que ilusionen, maestros que motiven y aulas que sean espacios de creatividad y crecimiento. Debemos invertir con prioridad en infraestructura educativa, tecnología y capacitación docente. Desarrollar programas que retengan a los estudiantes en las aulas y ampliar la educación técnica y vocacional.  

Debemos crear redes de apoyo y oportunidades para los jóvenes en las comunidades. No escatimar en becas que les permitan estudiar y prepararse para tener empleos dignos. Debemos crear espacios en cada comunidad donde puedan socializar, distraerse sanamente, crear y soñar. Cada niño que recibe una beca, cada adolescente que practica un deporte y cada joven que encuentra un trabajo formal, es una victoria contra la exclusión y una semilla de cambio. 

Además, debemos reavivar la confianza en la Democracia. Recordemos que la democracia no es solo un sistema político; es una forma de vida. Necesitamos que nuestros jóvenes comprendan sobre qué se sostienen sus libertades y sus derechos, para que los defiendan con pasión. Fortalecer la educación cívica, fomentar organizaciones juveniles y crear campañas que refuercen los valores democráticos.

Sin seguridad no hay libertad.  Nuestros niños y jóvenes son el tesoro más valioso de Costa Rica y no podemos permitir que el narcotráfico nos los arrebate. Necesitamos más contundencia en desarticular las redes criminales y programas de prevención que ofrezcan alternativas reales. El deporte, el arte y la cultura son escudos poderosos contra ese flagelo.

Para salvaguardar el futuro de nuestra niñez y juventud debemos primero reconocer nuestro destino común. La solución no está en distribuir culpas, sino en asumir responsabilidades. La tarea no se saca adelante peleando, sino colaborando. Las amenazas no ilusionan ni motivan, el incentivo más poderoso para avanzar es la confianza entre nosotros.

Gobierno, empresas, gremios, comunidades, organizaciones no gubernamentales, partidos políticos y ciudadanos debemos unirnos para garantizarle a cada costarricense un futuro con oportunidades. Hagámoslo con respeto, recurramos al diálogo y a la solución pacífica de los graves retos comunes.

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