Decencia, respeto y veracidad

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Decencia, respeto y veracidad
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Con no poca preocupación muchos ciudadanos hemos podido apreciar el giro destructivo que la política ha dado desde hace ya unos años. Política sucia siempre ha existido. Libelos y anónimos activamente existieron en Costa Rica desde el siglo XIX. Plumarios al servicio de intereses y de grupos políticos han existido siempre, aún hoy merodean en medios y redes. Plumarios que queman incienso y cantan loas al gobernante o critican su actuar y su trayectoria son parte de la vida política de siempre.

Las redes sociales desde hace ya mucho rato están tomadas por troles que en masa buscan acabar con los mensajeros para que su mensaje no trascienda. La parcialidad y la verdad desnaturalizada que expresan hace palidecer a la criticada prensa formal. Buscan silenciar, amedrentar y manipular la opinión pública.

He sido un convencido de que gobernar es educar. Me aflige que el liderazgo moral de las autoridades del país se esté perdiendo. No me agradó ni considero que sea edificante acusar a terceras personas de ser asesinos a sueldo sin acusaciones frente al Ministerio Público. Si algunas personas son sicarios políticos es menester denunciarlo a la autoridad competente. Esta denuncia es una responsabilidad de ley de las autoridades constituidas.

Las autoridades no están facultadas legalmente para insultar a los administrados. Las autoridades legalmente no pueden agredir a los administrados. Las autoridades deben de ser un faro no una fuente de conducta reprochable. Las autoridades están obligadas al cumplimiento de la constitución y de las leyes que en su momento juraron cumplir.

Debemos volver por la senda del honor, de la dignidad y de la integridad. La cultura del linchamiento se quedó arraigada en algunos medios y ahora se ha devuelto en contra de algunos que la usaron en el pasado. Linchar, perseguir, ejecutar, destruir no son vías de construcción de nuestra patria ni del ejercicio del periodismo.

Los pleitos permanentes no construyen, por el contrario, acaban con la institucionalidad. Todo este escándalo ha dejado en el camino sin atención la reactivación económica, la inseguridad ciudadana, la reducción del desempleo, la atención de la miseria, proyectos de ley importantes y urgentes. La agenda nacional hoy está determinada por troles y pleitos. Hay que unir al país en un propósito positivo.

No es asunto de justificar lo injustificable. Es cuestión de corregir lo que no ha estado bien ni es correcto y menos ejemplo para educar políticamente a la población.

El país necesita de manera muy intensa rescatar valores y principios, abandonando la desafortunada politiquería. Todas las partes involucradas deben de reflexionar y enmendar lo que está mal hecho. Todos unidos debemos procurar permanentemente el bien del país.

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