De los caudillos socialistas o mesías políticos a las dictaduras modernas

Las dictaduras, lejos de ser fenómenos aislados, responden a patrones históricos que se repiten con notable similitud. Surgen en contextos de crisis política, económica o social, donde el descontento popular y la debilidad de las instituciones democráticas abren espacio a líderes carismáticos que prometen orden, justicia y prosperidad. Sin embargo, esa promesa inicial suele convertirse en una trampa que erosiona la libertad y concentra el poder en pocas manos.
La Alemania de entreguerras. Tras la Primera Guerra Mundial, la humillación del Tratado de Versalles, la inflación y el desempleo crearon un terreno fértil para el surgimiento de Adolf Hitler. Con un discurso nacionalista y una aparente defensa de los valores del pueblo alemán, logró movilizar a las masas y desmantelar la República de Weimar. El camino fue siempre el mismo: ganar popularidad en momentos de crisis, atacar a los adversarios como ‘enemigos de la nación’ y, una vez en el poder, controlar los medios, manipulan la justicia y eliminan la oposición.
En América Latina también encontramos ejemplos reveladores: En Cuba, Fidel Castro derrocó a la dictadura de Batista en nombre de la libertad, pero instauró un régimen aún más represivo, bajo la bandera del socialismo, que perdura hasta hoy.
Los caudillos socialistas contemporáneos repiten estos métodos con nuevos matices. Hugo Chávez en Venezuela llegó al poder en 1999 mediante elecciones democráticas, prometiendo combatir la corrupción y redistribuir la riqueza petrolera. No obstante, una vez en el poder, llamó a una constituyente que amplió su mandato, controló el poder judicial, cooptó a las fuerzas armadas y utilizó los recursos del Estado para perpetuar su proyecto político. Su sucesor, Nicolás Maduro, profundizó esas prácticas, llevando al país a una crisis humanitaria sin precedentes.
El mismo guion se observa en Nicaragua con Daniel Ortega. Tras haber sido parte de la revolución sandinista que derrocó a Somoza, Ortega regresó al poder décadas después con un discurso de reconciliación y democracia. No obstante, concentró el control en su círculo familiar, modificó la Constitución para reelegirse indefinidamente y reprimió brutalmente a la oposición y a la sociedad civil.
El patrón es claro: los caudillos socialistas, al igual que dictadores del pasado, aprovechan las crisis para legitimarse, usan un discurso de redención del pueblo, reforman las leyes para permanecer en el poder y convierten a sus críticos en ‘enemigos internos’. Lo que comienza como una esperanza de justicia termina como una maquinaria de control, censura y represión.
Por eso, recordar cómo surgen las dictaduras y reconocer sus señales hoy no es un ejercicio histórico, sino un deber ciudadano. Costarricenses, no se le asemeja lo anterior al caldo de cultivo que vive el país hoy. Lo que se juega en febrero 2026 no es un cambio o continuidad, es la democracia misma del país. Solo la vigilancia, el fortalecimiento institucional y la defensa de la democracia pueden impedir que el ciclo se repita.
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