Dictadores disfrazados de demócratas

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Dictadores disfrazados de demócratas
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La aprobación de la reelección presidencial indefinida en El Salvador, por parte del Congreso de ese país, es un golpe certero a la democracia.  Las intenciones autócratas del presidente Nayib Bukele, admirado en Costa Rica por algunos diputados y por el propio presidente Rodrigo Chaves, se fueron materializando con el tiempo a partir de sus constantes críticas populistas al sistema político, a sus adversarios y a la prensa. Esta última decisión del Congreso salvadoreño no es un hecho aislado, por el contrario, es la continuidad de una serie de acciones tendientes a perpetuar el poder político en una sola persona, en Bukele.

El populismo, tan de moda hoy día en el mundo, es la antesala para la consagración de las dictaduras. Los populistas empiezan cuestionándolo todo y se muestran como los únicos capaces de resolver los problemas. Desde el primer momento piden a la ciudadanía tener la mayor cantidad de diputados para facilitar la gestión pública, pero en el fondo lo que desean es tener el poder absoluto. Así empezó Chaves en Venezuela, Ortega en Nicaragua y Bukele en El Salvador. Está claro que hasta los dictadores dominan –cínicamente- una retórica democrática que en la práctica tiene muy poco que ver con su manera de gobernar. 

Estamos viviendo una época en que rara vez la democracia ha sido tan aclamada y a la vez tan pisoteada y vulnerada, tan promovida y a la vez tan incumplida e irrespetada. Este es el estilo de los populistas y de los dictadores que, como lobos disfrazados de ovejas, recurren a los instrumentos democráticos para deshacerse de ellos una vez que se hayan perpetuado en el poder. Es un juego perverso que no debe ser permitido por parte de una ciudadanía consciente de su rol dentro de la sociedad democrática. Los populistas son manipuladores y una vez con el poder absoluto no permiten cuestionamientos a sus regímenes.

Costa Rica no se escapa de la oleada populista y en este contexto es de la mayor relevancia hacer un llamado a la ciudadanía para que esté alerta y evité a tiempo que el país se convierta en el nuevo El Salvador.

Un régimen déspota prohíbe la participación efectiva de otros partidos políticos, bloquea iniciativas legales en defensa de derechos humanos y suspende actividades de incontables organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación y sitios web. El fraude electoral, la violencia política, la censura a la prensa y la represión a la sociedad civil son manifestaciones esperadas por parte de los populistas y dictadores.

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