Los saloneros.

crazy waiter man with tray
Panorama Digital
Panorama Digital
Los saloneros.
Loading
/

Las noches de navidad y año nuevo durante décadas fueron diferentes, papá no estaba para abrir regalos o para el abrazo de despedida del año viejo, con el tiempo me confió que al oír sonar  las campanas anunciado el nacimiento del Dios Niño y cuando José Ángel Vásquez, el infaltable locutor daba el minuto cero, mi Viejo se encerraba para enjugarse las lágrimas y luego con los ojos enrojecidos proseguía la jornada de salonero en medio de la algarabía de los enfiestados, quienes posiblemente muy pocas veces se detuvieron para desearle ventura en al año que nacía.

El primero de enero llegaba con pitos, serpentinas, sombreros de cartón y todos los desechos de la fiesta, comenzaba la algarabía con los vecinos de aquel Escazú pobre y pueblerino,  una verdadera familia, posiblemente porque la estrechez unía en una amalgama que no ha separado el tiempo.

En el Colegio de Abogados coincidí con los saloneros del Club Los Jaúles, de la Asociación Solidarista de Empleados del Seguro Social, uno al menos, don Mario Pérez, aún recordaba a su colega ( mi padre ), nos fundimos en un fuerte abrazo, tiene un extraño parecido con mi progenitor, cuando lo vi, no pude evitar darle un beso, en el fondo anhelaba hacerlo con mi papá, quien desde hace más de siete años me cuida desde una dimensión superior.

Edwin Picado Gaitán, el jefe de aquel contingente me hizo el honor de solicitarme una foto con todos sus compañeros, posiblemente porque no siempre el hijo de un salonero llega a ocupar el cargo de presidente del lugar donde ellos laboran.

Antes que se promulgara la “ Ley de la Propina” promovida por el expresidente don Luis Alberto Monge, el reconocimiento quedaba a la buena voluntad del comensal, quien solo movido por el corazón, introducía la mano en el bolsillo para gratificar aquel servicio y era así como alimentaban a la marimba de hijos, en nuestro caso éramos seis, a quienes además había que vestir y con suerte colocar la moneda de veinticinco céntimos ( quince para el bus y un diez para el confite o la galleta) cuando la providencia era generosa para llevar algo a la escuela.

Rindo homenaje a los saloneros, esos personajes anónimos en las mesas de comida o juergas,  seres de traje impecable que solo ellos saben cómo se los agenciaron, le doy tributo a estos trabajadores, siempre con el: “ para servirle “ a flor de piel, que duermen cuando otros velan y se desvelan cuando otros ríen.

Los comentarios están cerrados.