Vivir en democracia

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Personas de bien han señalado que la oposición no deja que el Poder Ejecutivo haga lo que quiere hacer. He leído con no poca sorpresa que la oposición no debería de existir. Algunos aseguran que la oposición no deja gobernar. Pues a negociar mejor señores, con altura, efectividad y denunciar ante la autoridad competente a quienes negocian sus propios intereses, pruebas en mano, ante la fiscalía. No deseo olvidar la frase del Benemérito de la Patria Don Fernando Lara Bustamante que sentenció: “Sin oposición no hay parlamento”.

Comencemos por señalar que en la presente Asamblea Legislativa ningún partido tiene una mayoría significativa. Esta Asamblea está menos dividida que la anterior pero siempre con muchos grupos que no pueden aprobar leyes por ellos mismos sin ponerse de acuerdo con otros tantos. Así fue decidido por los electores y no se puede cambiar más que en la próxima elección. En consecuencia, la negociación es la herramienta democrática indispensable para, buscando terreno común, sacar adelante el trabajo. La negociación y el acuerdo en la Asamblea Legislativa son el corazón de nuestro régimen democrático.

Más allá del deseo de tener una Asamblea que apruebe todos los proyectos del ejecutivo sin objeción ni reformas, es fundamental preguntarse cuáles proyectos han sido rechazados. Con 9 o 10 diputados de gobierno no parece posible que los otros 47 guarden silencio o estén siempre de acuerdo.

La elección de un presidente no es la escogencia de un dictador. El puesto de un presidente de la república está contemplado y descrito en sus funciones y atribuciones en la Constitución Política y en las leyes de la república y solo puede hacer lo que aquellas expresamente dicen que puede hacer, todo con base en el principio de legalidad del derecho público establecido en el artículo 11 de la Constitución y en el artículo 11 de la ley general de la Administración Pública. El espíritu de la democracia es que nadie tenga el poder completo y que todos gobiernen bajo las leyes y la Constitución política del país.

La cuidadosa construcción de la institucionalidad ha demorado muchísimos años. La evolución de las instituciones fundamentales del país no es resultado de ocurrencias ni de improvisaciones. La construcción de Costa Rica no es producto de caprichos ni de maniobras coyunturales, sino de un esfuerzo sostenido por generaciones por hacer las cosas mejor.

Todo puede ser mejorado y en consecuencia nuestros gobernantes deberían presentar las mejoras a leyes y a la Constitución con toda diligencia, para la discusión pública. Insistamos en la educación política del país en democracia y busquemos en todo momento fortalecer la institucionalidad.

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