Un pelo del bigote…

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Un pelo del bigote…
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Qué nostalgia nos da a quienes ya peinamos canas, recordar el decir de nuestros abuelos y padres, quienes en señal de honorabilidad, dignidad, compromiso y honestidad, por encima de cualquier firma y/o testigos, simplemente, decían por el pelo de un bigote para garantizar su decir.

¿Cómo se perdió el compromiso con la palabra expresada y por lo tanto, empeñada? Pienso que los primeros en dejar de lado esa noble e importante enseñanza del pasado, fueron muchos de los políticos de oficio, quienes perdieron todo el pudor y auto respeto, cuando en sus discursos electorales ofrecían a diestra y siniestra solo para conseguir votos pero luego de electos, simplemente y sin menor reparo, no cumplen con lo ofrecido.

El electorado de buena fe y confiado seguramente al oír aquellos ofrecimientos pensaban que esas manifestaciones, aun al calor de la contienda electoral, eran compromisos sinceros y verdaderos y quienes los expresaban tenían por supuesto toda la intención de cumplir.

Sin embargo, de un tiempo para acá, lamentablemente algunos de quienes resultaron electos en las urnas, parece que se les olvidó o quizás nunca escucharon la expresión por el pelo del bigote y lo ofrecido antes en la tribuna presencial, ahora en la digital, no llegaba a ser para ellos a un compromiso real pues no era más que una lamentable estrategia de marketing, para embaucar a los electores y así les dieran sus votos.

Pero la jarana sale a la cara, también decían nuestros abuelos y padres, significando que quien no juega limpiamente y con intensión recta, más temprano que tarde, sufriría en carne propia las consecuencias de su mal proceder.

Es muy extraño que algunos no tienen conciencia del gran efecto negativo que tiene ignorar los compromisos adquiridos en sus manifestaciones libremente expresadas y aún mucho más extraño es pretender deslegitimar el valor de la palabra dicha y empeñada.

La frustración y el desencanto provocado en la ciudadanía por quienes en campaña con vehemencia hicieron claras manifestaciones en relación a un tema concreto y una vez electos, simplemente, si lo dije no me acuerdo y aún mucho peor, la evidencia empírica deja muy claro que, en realidad, algunos nunca tuvieron la menor intención de cumplir lo ofrecido. Esto puede generar en los engañados desesperanza, cólera, revanchismo y hasta odio.

Esa forma de proceder de parte de algunos que ocupan cargos de elección popular, irremediablemente, afecta muy negativamente la credibilidad en las instituciones del Estado y en la de quienes las dirigen; desde hace años; la confianza en los funcionarios electos ha sufrido un descenso muy importante en la mayoría de la ciudadanía.  Esto se evidencia en el creciente abstencionismo de los últimos procesos electorales.

Quienes ofrecen sin intención de cumplir u ofrecieron sin saber si podrían cumplir o no, le hacen gran daño no solo a la credibilidad en esos altos funcionarios, también dañan la institucionalidad, pero igualmente y de forma grave le hacen daño a nuestra democracia.

Dios y la patria se los demanden!!!

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