Tiempo para abrir nuestro corazón a la esperanza

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Tiempo para abrir nuestro corazón a la esperanza
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Decía Martin Luther King que “la esperanza les regala una invaluable paz a nuestros espíritus”. Este pensamiento no se vuelve más oportuno que durante las épocas navideñas e inicio de un año nuevo, pues es un tiempo en que el valor de la esperanza recobra mayor sentido para poder enfrentar las vicisitudes existentes.

Por eso, precisamente, debemos hacer que el espíritu navideño se prolongue en el tiempo, que nos invite a mantener abierto nuestro corazón a la esperanza, pues ella es la principal virtud que se impone sobre el desánimo y el desaliento que podrían provocar las pasadas, y aún presentes, complejas situaciones actuales.

Esperanza de que llegaremos a ser mejores ciudadanos, mejores profesionales, hijos, hermanos, compañeros, amigos…, esperanza de que llegaremos a ser mejores humanos. Esto requiere de un esperanzador tiempo para hacer nacer, en cada uno de nosotros, el fortalecimiento de los valores éticos y espirituales; las ansias de justicia y la renovación de nuestras vidas desde el amor; el respeto, la solidaridad, la tolerancia, la empatía, la fraternidad y el bien común, con el firme propósito de que ese espíritu de esperanza se vuelva una constante en nuestras vidas.

El tiempo de Navidad, como lo afirmaba San Juan Pablo Segundo, tiene que ser “un auténtico acontecimiento espiritual de esperanza”; pero este debe proyectarse en el tiempo, solamente así podremos rescatar de ella esa verdadera dimensión de reflexión y búsqueda de mejoramiento personal y social; así como propiciar espacios de entendimiento, especialmente entre las altas autoridades del país, que tanto requerimos en la actualidad.

Innegablemente nosotros, a pesar de estos tiempos tan complejos, podemos hacer la diferencia, mediante la real conciencia de que las problemáticas nos aquejan como país, pero también que estas nos dan la oportunidad única de descubrir, en la esperanza, ese cambio positivo y posible será a partir de nuestro esfuerzo ciudadano de ser parte de la solución.

Ojalá que esa confianza por un país y mundo mejor, simbolizado en ese gran héroe universal que fue y es Jesús, nos dé la perseverancia necesaria de confiar firmemente en que la luz de la verdad debe iluminarnos, en todo complejo camino, y esto debe ser el valor de la esperanza.

Para ustedes estimados oyentes de Panorama, mis deseos de que tengan un venturoso y muy bendecido 2024 y que la Paz de Cristo reine en sus corazones, sus familias y en todos los pueblos durante todo el nuevo año.

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