Mes como todo mes

Este mes, el de marzo, introdujo con fuerza el agobio del coronavirus: la pandemia, su declaratoria y la alarma mundial. Unos acataron los mandatos, y otros los incumplieron. En  cuanto a la economía, la alerta volvió el mundo al revés: todo cambió, aquí y allá. 

Los chinos, aparentemente, ocultaron datos y la pandemia nos envolvió. El rector de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, denunció a los gobernantes de China que, para no deslucir sucesivas tomas de posesión, prefirieron ocultarle al mundo la realidad conveniente: la propagación del covid-19 que había comenzado en varias zonas del país. Así lo explica Chris Patten en su artículo “Verdad y consecuencias virales”, publicado en La Nación del pasado 24 de marzo.

Un ciudadano chino denunció esta patraña y todo el país lo supo. ¿Qué le pasó? Nadie sabe. Pero más significativa todavía fue en su época la tragedia nacional: el cólera, en 1856, mató el 10% de aquella escasa población. La sombra de la historia borrará también el dolor familiar de quienes murieron, mas la misma historia nos enseñará la enorme importancia de ser previsores.

Marzo es un mes para revisar cuanto quedó por hacer en el 2019 y no caer en lo mismo durante los nueve meses restantes. Nadie se atenga, pues el tiempo pasa velozmente y no lo aprovechamos. No estimarlo es fatal. Cada uno, desde su ocupación u oficio, debe aprovechar ese tiempo, que pasa y no vuelve. Sepamos vivir: lo que debe hacerse, debe hacerse.

No hagamos como los gobernantes chinos. Valoremos el tesoro del tiempo, que es valorar, si se mira bien, el tesoro de la vida humana, que es para siempre.

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