La paz del alma

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La paz del alma
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Quien insensibiliza la conciencia con vicios, odios y mala voluntad, no entra en su pecho la paz del alma. Por esto, debemos estar vigilantes y dar la batalla. Esta paz no se alcanza diciéndose hoy salgo y hago lo que me dé la gana y mañana vuelvo al camino. Si se quiere esta paz, la lucha es diaria, sin concesiones, igual que cuando se emprende un trabajo, siempre con el propósito de hacerlo bien, a la perfección.

Si un automóvil cogiera para Limón cuando íbamos para Puntarenas, enderezaríamos el rumbo como hacemos, a veces algunos con alguna frecuencia en la vida. Y si se tratara de comprar un lote para construir una casa, lo primero sería averiguar si hay un naciente de agua cerca o un humedal aledaño, o algunos otros elementos  más precisos de saber.

La paz del alma se comienza por cultivarla lejos del mal y de aquello capaz de obstruirla, a fin que el mundo reciba de nuestra parte el amor y la paz necesarios. Debemos y podemos asentar la paz en la justicia y el amor hacia los hermanos. Toda persona, además, requiere sentirse rodeada de respeto, comprensión, cariño y seguridad. Porque nadie es un número más de la sociedad. Cada quien es una persona irrepetible e insustituible. Por desdicha, en alguna parte del mundo el tesoro que es todo ser humano se desprecia; cuando no hay nada superior a la persona humana.

Aceptar esa verdad suprema es parte esencial de este mundo, que no puede ignorar el materialismo de todos los tiempos, principalmente, el propio de nuestra época, a veces despiadada y cruel. Acostumbrémonos a fomentar el amor y la paz en nuestro corazón. Así mismo, no nos olvidemos de aprovechar nuestro paso por la tierra, hasta morir con las manos llenas. Este es un buen ejemplo de vida para todo ser humano.

Por último, tengamos presente un pensamiento pleno de verdad: no olvidemos nunca que las cosas más importantes de la vida pasan por las manos de la mujer.

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