El mito de Procusto

Hoy la vamos a contar el mito de Procusto, el cual una advertencia poderosa.
Procusto, es un personaje de la mitología griega que vivía en las montañas de Ática, y que Invitaba a los viajeros a descansar en su casa, donde tenía una cama de hierro. Hasta ahí, todo parece hospitalidad. Pero aquí viene el horror: si el viajero era más alto que la cama, Procusto le cortaba las piernas. Si era más bajo, lo estiraba hasta hacerlo encajar. Lo importante para él no era el bienestar del otro, sino que todos se ajustaran al molde exacto de su lecho.
Hoy, miles de años después, ¿no vivimos también entre lechos de Procusto? En la llamada “era del conocimiento”, donde abunda la información y se celebra la diversidad, paradójicamente, seguimos encontrando estructuras rígidas que buscan forzarnos a encajar. En la educación, en el trabajo, en la política, en los algoritmos de redes sociales… Si se piensa diferente, si no se entra en la medida estándar, alguien intentará estirarle o mutilarle simbólicamente.
Nos invitan a participar, a opinar, a aprender, pero bajo condiciones: que lo hagamos en 280 caracteres, que sigamos ciertas tendencias, que no incomodemos. La paradoja es que mientras más acceso tenemos al conocimiento, más tentador es simplificar, etiquetar, reducir. Aplanar la complejidad humana para que quepa en los moldes de turno.
Procusto nos advierte: cuidado con las estructuras que no se adaptan a las personas, sino que exigen que las personas se adapten a ellas a cualquier costo.
En lugar de lechos rígidos, necesitamos espacios elásticos. Sistemas que reconozcan la riqueza de lo diverso, lo imperfecto, lo que no encaja del todo. Porque allí es donde nace la creatividad, la empatía, el verdadero aprendizaje.
Quizás hoy más que nunca necesitamos recordarlo: el conocimiento no debería encadenar, sino liberar.
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