Construir juntos la historia desde el bien común

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Construir juntos la historia desde el bien común
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Nuestro país conserva un legado de paz, democracia y solidaridad que ha marcado la identidad nacional. Pero, al mismo tiempo, enfrenta tensiones que ponen a prueba esos valores: desigualdades sociales, debilitamiento de la confianza en las instituciones y pérdida de referentes éticos que orienten el bien común. Se nos exige reforzar aquello que nos ha sostenido y proyectar nuevas formas de construir unidad, justicia y confianza social.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, nos recuerda que la Iglesia tiene como deber permanente “escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio”, para responder a los interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura. Este llamado no es teoría. Debemos comprender nuestro tiempo con sus luces y sombras, sus avances y contradicciones, para acompañar a cada generación con propuestas que den sentido y esperanza.

Desde el Evangelio se ofrecen criterios concretos como el respeto a la dignidad humana, la verdad como fundamento de la vida pública, la solidaridad como principio de organización social y la libertad responsable como camino de convivencia. Apostemos por estos valores con coherencia, tanto en las decisiones personales como en las políticas colectivas.

No se trata de vivir en medio de la nostalgia o de fórmulas pasadas, sino de abrir caminos nuevos con la fuerza del bien. La historia se escribe en cada acto de honradez, en cada esfuerzo por escuchar al otro, en cada proyecto que busca reducir la pobreza, en cada comunidad que protege la creación, en cada familia que apuesta por la educación y la fe.

El bien común no es un ideal inalcanzable, sino una tarea diaria y para la cual todos debemos contribuir. Cada ciudadano y cada institución tienen la responsabilidad de poner sus talentos al servicio de todos. Un país que cuida a los más débiles, que promueve la participación y que defiende la justicia está trazando un camino de esperanza para las próximas generaciones.

En medio de un mundo que a menudo se ve dominado por la indiferencia o la ambición, necesitamos redescubrir que nuestra vocación es más grande en la búsqueda de construir una sociedad donde la paz, la equidad y la fraternidad sean valores que consoliden nuestra convivencia.

Costa Rica tiene los recursos espirituales y humanos para continuar siendo un referente de democracia y de paz. Para lograrlo, es indispensable reafirmar que solo desde la verdad, la justicia y la solidaridad podremos responder a los signos de este tiempo.

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