El Heavy Metal

El concierto de despedida de Ozzy Osbourne y Black Sabbath ocurrido esta semana, marcó el final de una era que comenzó en 1970, cuando la banda británica, Black Sabbath emergió desde Birmingham en Inglaterra con un sonido crudo, pesado y oscuro que sentaría las bases del Heavy Metal.
Ese último adiós, al lado de 45 mil personas presentes y millones siguiéndolo por medio de plataformas, no solo es relevante por cerrar un ciclo artístico, sino por lo que representa culturalmente: el fin simbólico de una generación que usó el metal como medio de expresión, protesta y pertenencia.
El Heavy Metal nació en un contexto de crisis económica, desindustrialización y tensiones sociales. Black Sabbath abordó temas sombríos como la guerra de Vietnam, el uso de drogas, el desempleo y la alienación juvenil.
Lejos de ser solo un género musical, el Heavy Metal construyó una comunidad global que encontró en sus símbolos, camisetas, peinados, accesorios, conciertos y portadas de discos; una identidad alternativa. En países de América Latina, Europa del Este o el Medio Oriente, se convirtió en una forma de resistencia frente a la represión política, la pobreza o la censura.
La despedida de Ozzy Osbourne y Black Sabbath es también un reconocimiento al valor cultural de este movimiento. Es el cierre de una etapa, pero no del impacto que ha tenido el metal como voz de los inconformes y los marginados. Aún hoy, sigue siendo refugio, canal de expresión y grito de libertad para millones de personas en todo el mundo.
Este adiós no simplemente cierra una trayectoria: es un homenaje a décadas de revolución sonora y comunitaria. Un cierre para los protagonistas, pero un llamado para las nuevas generaciones que siguen encontrando en el Heavy Metal una fuente de identidad, liberación y hermandad global.
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