El bien de la democracia

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El bien de la democracia
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Si unos y otros somos seres creados, también todos somos iguales. Negarlo es como enlodar nuestro propio camino y matar la unidad y entorpecer uno de los bienes esenciales de la democracia: la fraternidad y la paz social. El ejemplo lo han dado los gobernantes nombrados en las últimas elecciones libres del siglo XXI: ninguno ha osado romper el sistema democrático imperante.

No en vano somos reconocidos como la primera democracia de Latinoamérica y el Caribe. Asimismo, ocupamos el primer lugar en el mundo en libertad de expresión y el primero, últimamente, en el control de la pandemia. Estos tesoros patrios debemos conservarlos y cuidarlos día a día. Tales valores constituyen un patrimonio inmaterial poco común. Vivificarlo, natural y sobrenaturalmente, es una obligación ineludible y típica manifestación de nuestra convivencia.

Fe, estudio, conocimiento y acción de nuestro sistema democrático, contribuyen a conservar la riqueza de nuestro patrimonio inmaterial.

Metamos cabeza y corazón allí donde el bien ha echado raíces sempiternas. No perdamos el camino. El bien de la democracia consiste en luchar por conservarla. Este será el descubrimiento de la realidad democrática que subyace en el alma de todo costarricense, a veces acogido a un poder discrecional sin fundamento.

Y como a muchos no les cuesta decir que no, esa negativa la cambiamos por una posposición del asunto, o se nombra una comisión para que lo estudie, y esa comisión lo convierte en una nueva negativa, consistente en las palabras: el asunto llegó tarde. Es decir, cuando ya no había presupuesto. Esta mala costumbre la han prohijado municipalidades, políticos y burócratas. Es frecuente esta respuesta: vuelva después porque el encargado está incapacitado, de vacaciones o su única hija tuvo que hospitalizarla de urgencia.

Ni la Constitución política ni el Código Municipal fundamentan esta mala costumbre, que solo viene a perjudicar el bien de nuestro régimen democrático. La Asamblea Legislativa debe ponerle fin a este vicio. Algunos dirán pero tenemos diputados que han sido regidores municipales. Razón de más para cortar esos vicios políticos, burocráticos y locales.

Tomemos conciencia de estas imperfecciones; nunca es tarde para eliminarlas de nuestro sistema, que merece y espera vigilancia y perfeccionamiento. Desde luego, esto depende de todos los beneficiarios del régimen.

Finalmente, injertemos mente y corazón en el bien de la democracia.

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