Cultura de valores

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Es muy común, actualmente, escuchar hablar de crisis económica, hospitalaria o política a raíz de la pandemia, pero también lo que se está viviendo, con extrema preocupación, es una crisis de valores.

Y lo paradójico es que cuando, precisamente, nuestra sociedad necesita con urgencia cimentar más valores para enfrentar situaciones de riesgo social y lo que están viviendo nuestras sociedades nos ofrece un ambiente altamente positivo para cultivarlos, pareciera que muchas personas prefieren caer más bien en la apatía, la ignorancia, la irresponsabilidad, el pensamiento negativo o la falta de conciencia y justicia.

En este sentido, la crisis de valores no consiste en una ausencia de estos, sino en una falta de orientación frente a cuál rumbo seguir en nuestra vida y qué valores usar para lograrlo; es decir, parte de la crisis por la que atravesamos es una crisis en nuestra capacidad para cultivar, orientar y fomentar precisamente esos valores profundos como la responsabilidad, el respeto, la solidaridad, el amor propio o la comprensión que nos permitan vivir en sana convivencia.

Ante este panorama saltan a relucir interrogantes interesantes como, por ejemplo, ¿qué rol desempeñan la educación y la familia en el fomento de los valores? o ¿hasta qué punto nuestros gobernantes, los medios de comunicación o los centros educativos ponen todo lo necesario para impulsar esos valores en la población?

Lamentablemente no siempre se obtienen los mejores resultados por parte de las instancias o personas a cargo de la transmisión de valores, sin embargo, todavía se puede recuperar el camino desandado. Para ello es fundamental que cada persona, desde la función que ejerce en la sociedad, tome conciencia de los aportes vitales que dejan sus acciones en la construcción de un país respetuoso de la dignidad de los humanos. Se requieren personas quienes, conscientes de su responsabilidad social, se muestren reacios ante antivalores como la mezquindad, la superficialidad o la indiferencia.

Definitivamente transformar esta situación de crisis abordada por algunos desde una marcada devaluación de valores se hace una tarea imperiosa, ¿o es que acaso tenemos que esperar vivir realmente una situación nefasta, en carne propia, para reconsiderar el lugar que los valores éticos o espirituales poseen en la sana construcción social?…

La sociedad actual necesita personas con un profundo respeto por los humanos. Sencillamente Costa Rica requiere un pueblo que no solo conozca los valores, sino que, a conciencia, empiece a practicarlos.  De lo que se trata es de realizar acciones que gesten nuevos valores, nuevas formas de vivir y convivir, con el fin de lograr estándares de mayor dignidad y humanidad para cada habitante los cuales satisfagan las necesidades vitales de nuestra naturaleza biológica, psicosocial y espiritual.

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