Bachiller, licenciado, máster y doctor, las fórmulas anticuadas utilizadas en América Latina para referirse a personas con un título académico
Circula en redes sociales un meme bastante gracioso donde aparece de un lado, una persona que estudió ciencias sociales exigiendo que le digan Doctor, en tanto que en otra parte un astrofísico pide que le llamen por su nombre de pila. Se ha vuelto una costumbre anticuada referirse a las personas por su grado universitario en vez de su nombre, que en otras regiones del mundo como Estados Unidos, Canadá y Europa occidental, es muy mal visto, al igual que lo es leer por cinco minutos, el currículum académico de algún expositor.
Este es el resultado de lo que se ha venido a denominar como “titulitis”, es decir, el afán de obtener títulos para alardear sobre ellos, pero no por el amor al conocimiento. Quienes ya llevamos varios años en la academia lo hemos visto en múltiples oportunidades, sin embargo, hay quienes consideramos que vale más el conocimiento que los títulos y de ahí que estas personas me inspiraran para redactar este comentario.
El hecho de que uno no se refiera a una persona como doctor, máster, licenciado o bachiller, no resta en absoluto el respeto que se tenga sobre el conocimiento y experticia que dicha persona haya obtenido en algún ámbito del saber, ni debe dar lugar a los demás para despreciarlo.
Por el contrario, la carreta cuánto más vacía está, más suena y más bien quienes son verdaderos expertos en sus áreas del saber, con solo que digan algo, ya en los primeros minutos uno se da cuenta de si saben o no saben en realidad.
Lejos de buscar títulos por el afán de la “titulitis”, deberíamos aprender por el amor al conocimiento. Así, cuando se aprende por amor al conocimiento y no con afán de mostrar títulos académicos, comenzamos realmente a aprender y llegamos a ese punto que decía Aristóteles sobre lo que realmente es filosofía, es decir, el verdadero amor por el saber.
Cuando la carreta está llena y casi no suena, comienza el brillo de esa persona con luz propia y de ahí inicia ya no solo el amor por adquirir el conocimiento, sino el amor por transmitirlo, generándose así el efecto de que el alumno se convierte en profesor y el profesor se convierte a la vez en alumno de sus alumnos.
Por ende, no es necesario el uso de títulos académicos para referirse a una persona, lo que sí es necesario es el respeto y, por supuesto, que quienes hayan obtenido dichos títulos académicos realmente tengan el dominio y conocimiento obtenido, así no tendrán problema en que les digan su nombre de pila o doctor.
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