Bicentenario de la Asamblea Legislativa de Costa Rica

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Bicentenario de la Asamblea Legislativa de Costa Rica
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Me emociona celebrar con ustedes esta efeméride, ocasión propicia para reflexionar sobre el profundo valor que tiene el Parlamento en la historia republicana y en la construcción de la identidad democrática costarricense. Desde los albores de nuestra independencia, la voluntad de organizar la vida política sobre la base de la representación popular encontró en la Asamblea Legislativa el cauce adecuado para expresarse y consolidarse.

La democracia costarricense se distingue por la fortaleza de sus instituciones. Entre ellas, la Asamblea Legislativa encarna la pluralidad, el debate abierto, la diversidad de pensamientos y la búsqueda constante de consensos. La voluntad de vivir juntos y decidir juntos, de ser libres respetándonos en nuestras diferencias, y de apostar por la palabra, por el diálogo, para superar nuestras discrepancias.

Es aquí, más que en cualquier otro foro, institución o espacio deliberativo del país, donde se traducen las aspiraciones ciudadanas en normas jurídicas y políticas públicas; es aquí donde se teje, día con día, el entramado jurídico de nuestro ordenamiento democrático. Y es en esa forja cotidiana, que sé que es ardua, que se acaba descubriendo la gran verdad de que, más allá de las distintas banderas partidarias, somos costarricenses y es muchísimo más lo que nos une que lo que nos divide (y la mejor evidencia de ello es la franca amistad que entre exparlamentarios de distintos partidos acaba floreciendo con los años).

Para el Tribunal Supremo de Elecciones, órgano encargado de garantizar la pureza del sufragio y la expresión genuina de la voluntad popular, la Asamblea Legislativa es una interlocutora natural y permanente. Nuestros caminos se entrelazan: de las urnas brota la representación política, y es la Asamblea la que la encarna en toda su rica pluralidad. En ese sentido, celebrar el bicentenario de este Parlamento es también celebrar el voto libre, secreto y universal; es honrar el derecho ciudadano a elegir y ser electo; es reconocer que sin sufragio auténtico no habría representación legítima, y sin representación legítima no habría Parlamento auténtico.

Hoy, en un mundo marcado por la desinformación, por la polarización y por la desconfianza, debemos redoblar esfuerzos para mantener viva la fe en nuestras instituciones. A la integración actual de la Asamblea Legislativa le restan aún ocho meses de legislatura por delante, y tiene ante sí la responsabilidad histórica de esforzarse por seguir siendo en tiempos revueltos el espacio de diálogo democrático y búsqueda de soluciones para los grandes desafíos nacionales.

Que este bicentenario sea, entonces, no solo un momento de celebración, sino también de renovación de los compromisos que nos unen: la defensa de la libertad, la vigencia del Estado de Derecho y la preservación de la democracia costarricense como nuestro mayor patrimonio común.

Muchas felicidades a la Asamblea Legislativa de Costa Rica en sus doscientos años de existencia, y que este aniversario inspire a las nuevas generaciones de costarricenses a fortalecer, con su participación y con su civismo, la democracia que hemos heredado y que debemos legar más fuerte a quienes vendrán.

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