Señor diputado y señora diputada, todos ñatos o todos narizones

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Señor diputado y señora diputada, todos ñatos o todos narizones
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A los 56 años Emilia Navas Aparicio, cargada de pena y poca gloria, abandona la Fiscalía General de la República, dejando caer la diminuta hoja de parra que esconde las vergüenzas de la injusticia de los regímenes de pensiones, nutridos con el aporte solidario de todos, para mantener exorbitantes beneficios a quienes ni por asomo cotizaron para merecerlos.

El articulo 33 de la Constitución Política proclama la igualdad de los ciudadanos, queda impreso como un mal chiste, para quienes nunca alcanzarán a los dioses de este Olimpo.

En su momento Fernando Cruz, presidente de la Corte Suprema de Justicia y su séquito, desfilaron para oponerse a cualquier intento de la Asamblea Legislativa, de modificar los sacrosantos estamentos del Poder Judicial, bajo el infundio del supuesto atentado contra la administración de  justicia.

Emilia Navas Aparicio tomó la decisión intempestivamente, con celeridad insospechada, digna del más eficiente de los sistemas procedimentales, en cuestión de horas, era declarada jubilada; en tanto, un ciudadano común y corriente, debe esperar meses y hasta años, para recibir un exiguo beneficio del régimen de Invalidez, Vejez y Muerte, administrado por la Caja Costarricense de Seguro Social o simplemente, quedar atascado en sus aspiraciones, cuando los burócratas no se ponen de acuerdo para liquidar cuotas de una institución a otra.

Un país pequeño como Costa Rica debe contar con un sistema de pensiones igual para todos, donde los beneficios se repartan de manera equitativa según las aportaciones, con un tope para las mínimas, a fin de no someter a las personas a la indigencia y otro tope a las máximas, para impedirle a algunos la opulencia; tal como, sucede cuando algunos se quejan porque no podrán ayudar a sus nietos estudiantes eternos, o la hija de aquel diputado, quien ganó un recurso para mantener un opíparo beneficio a sus más de cuarenta años, con hijos universitarios, en unión libre porque si formaliza el matrimonio pierde la pensión heredada de su padre, fallecido cuando ella no alcanzaba aún los cinco añitos, desde entonces, usted y yo la mantenemos.

En este momento cuando aún el país huele a mezcla asfáltica descompuesta, donde la mayoría de los ciudadanos pensamos con desánimo, que al final reinará la impunidad; es tiempo de dar un golpe de timón a la nave de la patria.

Señores diputados y señoras diputadas, a los ciudadanos de a pie nos cuesta creer, de 57 que son ustedes, no existan 38 con coraje y vergüenza para arreglar estas desigualdades entre otras.

Mientras algunos como Emilia Navas Aparicio son narizones para oler el perfume de la desigualdad, la inmensa mayoría quedarán ñatos, como la calavera que un día nos igualará a todos.

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