Semana Mayor

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Dios junto a nuestra vida, brinda la oportunidad en el momento justo, cuando menos se espera y por los medios más insospechados para reflexionar, reaccionar y valorar sobre lo importante, lo invaluable y lo verdaderamente trascendental, para así encaminar nuestra vida en dirección correcta, bajo los sanos lineamientos cristianos en la convivencia humana.   

En el 2023 un nuevo aniversario de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, Dios nuestro Padre, solicita vehementemente a la humanidad una mirada cristiana hacia el prójimo, una reflexión sobre Su amor incondicional para con la humanidad y una convocatoria a hacer vida las enseñanzas que Jesús con sangre nos legó.

La Semana Mayor; representa la culminación de la obra de Dios a través de su Hijo Jesús y el Espíritu Santo, una obra de profundo amor, perdón y reconciliación de Dios con la humanidad. La enseñanza de Jesús fue contundente, llana y simple; “ama a tu prójimo como a ti mismo”, este es el amor que Dios encomendó a Jesús enseñar.

El amor de Dios hacia la humanidad es contundente, llano y simple. Sin embargo, es un concepto profundo, es la llave de la felicidad terrenal y a la vida Eterna, es la máxima expresión de lo bueno absoluto Él es ejemplo a seguir, a emular para lograr una sociedad respetuosa, equilibrada, equitativa, justa, honesta, progresista y solidaria

Importante tener presente que la Semana Santa, al igual que la Navidad, son tiempos profundamente espirituales; aunque esto se ha querido desvirtuar y algunos buscan hasta hacer desaparecer a Dios como eje central de estos tiempos, centrando su esfuerzo en promover fiestas y vacaciones.

La Semana Santa es un tiempo de recogimiento para reflexionar sobre el sacrificio de amor por la humanidad de Jesús. En estos días es necesario un análisis consciente que ponga en justa perspectiva nuestra actuación personal con relación a Dios y al prójimo; por supuesto, viene bien un tiempo de descanso y esparcimiento pero sin dejar de lado el sentido real de la Semana Mayor.

La vida no es un remanso de aguas tranquilas, en ocasiones se presentan tormentas. Pero después de la tormenta llega la calma, en esos días tormentosos es cuando sobresalen los grandes temores, incógnitas y surgen los propósitos de mejora; instantes estos donde la presencia de Dios en el alma, hace resaltar la fortaleza de la fe, la esperanza y la voluntad para gestar el tan necesario alto en el camino.

Un alto en el camino de la vida para emprender un nuevo, mejor, exitoso, humanista y espiritual cambio en torno al agradecimiento, a la mesura del amor y la paz con Dios y con el prójimo.  Aquellas tormentas que sacudieron los cimientos y pusieron de cabeza la estabilidad, nos ayudan a despertar del letargo.

En esta Semana Mayor principalmente hay que agradecer a Dios por Su infinito amor, por Su invaluable sacrificio por la humanidad, por nuestra vida, bienestar y salud.

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