Nuestra Independencia en clave de futuro: Tecnología con rostro humano y valores que nos cuidan
Pasada ya la celebración del 15 de septiembre, recordamos el camino recorrido en educación que nos trajo hasta aquí: la ruta ya está trazada, ahora con tecnología e inteligencia artificial como palancas del bien común. En educación, se personalizan aprendizajes y apoyan a docentes con diagnósticos y evaluaciones justas. En salud, optimizan citas y refuerzan prevención. En agricultura y MIPYMES, anticipan plagas y simplifican trámites. En seguridad y gestión municipal, habilitan decisiones con evidencia. Pero para ello urge todavía, más conectividad, más alfabetización digital y mayores reglas éticas sobre datos.
La niñez y la juventud son nuestro mayor activo. Ampliemos rutas de formación: escolar, colegial, técnica y universitaria, certificaciones cortas, programas duales, idiomas y habilidades digitales; también pensamiento crítico, creatividad, trabajo en equipo y ciudadanía digital. En cada cantón deben existir vías reales hacia empleo de calidad, prácticas y emprendimientos. Un país independiente no solo desfila con faroles, también garantiza oportunidades para quedarse, regresar o conectarse sin perder las raíces.
Aprender de otros no es copiar, es adaptar. Países hermanos han impulsado educación digital, ventanillas únicas para emprender, gobierno abierto y servicios en línea. Tomemos lo que funciona, corrijamos lo que no y construyamos soluciones a nuestra medida: mayor atención a lo rural, inclusión efectiva de mujeres y personas mayores en la economía digital y apoyo a sectores con identidad local.
Nuestros valores ciudadanos son la verdadera “infraestructura blanda”: honestidad, respeto, solidaridad y cultura del diálogo. En tiempos de redes y desinformación, la independencia se juega en escuchar, contrastar fuentes y disentir sin destruirnos. Si la tecnología es el motor, los valores son el volante y los frenos: orientan, moderan y nos mantienen juntos.
Pensemos la independencia del futuro escrita en distritos y barrios: conectividad para teletrabajo y educación a distancia; centros comunitarios con herramientas digitales; apoyo a emprendimientos culturales, agroecológicos y turísticos de pequeña escala; y municipios que usan datos para mejorar servicios, planificar con evidencia y rendir cuentas.
En prospectiva, la independencia no elegirá entre faroles o algoritmos, sino de encender el farol para usar mejor los algoritmos. Un país pequeño puede ser grande, si convierte la tecnología en oportunidades, educa con propósito, aprende con humildad, protege la casa común y sostiene el trato digno entre las personas.
Que el pasado 15 de septiembre haya marcado un antes y un después: para que cada centro educativo identifique un reto país, de la comunidad, del barrio y lo aborde con herramientas digitales y trabajo en equipo; que cada familia apoye a una persona joven a concluir estudios o certificar habilidades; que cada emprendimiento avance hacia la formalidad y a la venta en línea; que cada municipalidad abra espacios y escuche; y que cada persona verifique y analice con pensamiento crítico antes de asumir posiciones y de compartirlas.
Tecnología con sentido, juventud con oportunidades, naturaleza protegida y valores en práctica: así la independencia deja de ser un día y se vuelve un proyecto vivo, nuestro proyecto común.
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