Noefobia

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¿Cansado de librar una batalla de voluntades cada vez que le presenta un alimento nuevo a su hijo?

El miedo a lo desconocido también está presente a la hora de la comida. Tanto que hasta tiene nombre propio: neofobia.

Algunos adultos se muestran reticentes a la hora de probar alimentos que no han ingerido nunca, pero la neofobia suele darse más entre los niños, que son los más propensos a soltar un «no me gusta» ante un plato que no habían visto antes.

Existen explicaciones científicas para esto, la más extendida es la del dilema del omnívoro, que dice que antiguamente los humanos debían intentar incorporar nuevas plantas a su dieta, pero desconfiando de las que no le eran familiares porque muchas podían contener toxinas. Estas toxinas podían causar a los adultos un malestar estomacal superable. Sin embargo, para los infantes podían significar la muerte.

Pero hoy en día, con todos los mecanismos de seguridad alimentaria establecidos, este riesgo ha desaparecido. Aunque la neofobia ha sobrevivido.

No obstante, los científicos también han estudiado cómo combatirla y tienen algunos consejos, como por ejemplo, jugar con la comida.

Los investigadores de la Universidad de Maastricht, en Holanda, le dieron a un grupo de menores de entre 3 y 10 años una gelatina sin color ni sabor para que la manipularan y jugaran con ella. Al grupo le entregaron un juego de mesa.

Después, les pidieron a todos que comieran gelatina de fresa.

Los niños que habían jugado con la gelatina sin color y sin sabor comieron más gelatina de fresa en comparación con los demás.

Así que, según los científicos, dejar que los más pequeños jueguen con su comida utilizando sus manos incrementa las posibilidades de que luego acepten ingerirla de buena gana.

Otro consejo analizar el contexto social.

El comportamiento de los niños a la hora de comer está fuertemente influenciado por el contexto social, según varios estudios recopilados por investigadores franceses.

Los pequeños no sólo encuentran satisfacción en el sabor de los alimentos, sino también en la compañía y las interacciones sociales.

Por eso, su actitud hacia algo nuevo resulta más positiva en un contexto afectivo, como una cena familiar, que si el padre se sienta a la mesa con el único objetivo de darle de comer al hijo.

Comer con otros les da, además, la oportunidad de comentar las sensaciones que les produce la comida y observar los gestos y expresiones de los demás a la hora de ingerir un alimento. Lo que les permite hacer una construcción social de lo que es el placer de comer.

Fuente BBC Mundo

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