La luz que visita en el tiempo
En estos tiempo de Navidad, la reflexión de los creyentes sobre los textos bíblicos adquiere un mayor significado.
En Génesis 1, 1-2 dice: “Al principio las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.”
El cosmos sufría dolores de parto en medio de una gran confusión. Al crearse la luz, se mandó ordenarse al infinito y tras de millones de años de “gestación”, a las aguas, en la Tierra se les ordena un límite.
La lámpara creada que ilumina el día trae consigo el calor que alienta a germinar, dando vida a animales, plantas y seres humanos, llamados éstos, a someter y cuidar de la creación. La lámpara nocturna, con su tenue luz, invita al descanso y a la admiración de un supremo poder creador, al que astros y estrellas le rinden culto.
La Luz creadora decide visitar al hombre, haciéndose uno de ellos, pero de eterna pureza. Una estrella anuncia su advenimiento, no con grandes acontecimientos celestiales cósmicos, sino en la humildad de su tenue destello.
Aquel frágil niño se revela como un poderoso Redentor que con su visita trae un mensaje, una invitación…a vivir el amor. Amor al Creador y a los semejantes. Pasa haciendo el bien y revelando que el poder más grande es el amor y es el que sostiene la creación.
Redentor y guía en el camino de la humanidad, se llama a sí mismo como: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida.” Juan 8-12
Luz redentora que se devela como: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.” Juan 14,6
Es la Luz divina que se manifestó una noche en Belén y que se ofrece en presencia a través del tiempo: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.” Mateo 28,20.
Su visita trasciende el tiempo y permanecerá en la historia de la humanidad como ofrenda de amor, siendo refugio fiel, redentor y poderoso.
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