Escudriñando raíces

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Escudriñando raíces
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Vivimos tiempos de grandes males, donde el narcotráfico y la adicción a las drogas psicoactivas están llevando a quienes caen en su consumo a una condición de gran dependencia, provocándoles una vivencia prácticamente de zombis, incapaces de controlarse.  Esto especialmente cuando su adicción los lleva a buscar drogas aún más potentes y recurren a las sintéticas.

La lucha por erradicar esta grave crisis del narcotráfico involucra a gobiernos e instituciones. Se destinan esfuerzos materiales, policiacos y tecnológicos pero el tráfico de drogas también se esfuerza por burlar los controles, cada día con nuevas innovaciones.

Sabemos que son muy importantes las medidas que gobiernos e instituciones llevan a cabo para controlar el tráfico de drogas, pero mientras haya consumidores, los que las trafican encontrarán caminos aunque sean arriesgados para alcanzar sus objetivos. 

Escudriñando las raíces de la drogadicción nos encontramos lo que muchas instituciones, profesionales de la salud y personas en general, han señalado como las causas que pueden motivar a buscar refugio en las drogas y entre estas se encuentra, en no pocos casos, en el deterioro de las familias.

La familia ha experimentado y experimenta una gravísima y sistemática agresión a su institucionalidad. Es un hecho que ha ido aumentado, especialmente en los últimos tiempos, existe una campaña de desprestigio en contra de la familia; negándole y hasta ridiculizando, su gran importancia en la formación de los miembros de la sociedad. Calificando su institucionalidad como pasada de moda ante un nuevo milenio.

Para darle apoyo a las familias, un primer paso sería reforzar las relaciones de la pareja, como base primaria de ellas. Uno de los problemas de la relación de pareja se puede identificar en que alguno de los dos; indistintamente, él o ella, quiera ejercer un dominio sobre el otro, omitiendo que es una persona, con sus cualidades y talentos, que uno u otra pretenden acallar. Otra afectación son los mutuos defectos personales, para los que no se hace lo propio para superarlos, hiriendo así la relación de pareja. Una relación controladora enfermiza, sin motivo causa gran daño. Es acertada una sana comunicación.

En la formación de los hijos hay que tomar muy en cuenta que son personitas pensantes, que traen consigo toda una incipiente personalidad que, con el adecuado acompañamiento por parte de los padres, se revelará plenamente.  Hay que tomar en cuenta que, en medio de su crecimiento, manifestarán opiniones que se deben valorar.  Saber otorgar la razón a los hijos; indistintamente de su edad; cuando les asiste una acertada opinión, esto les fortalece en su personalidad y autoestima; así crecerán como individuos más seguros y confiados, al tiempo que aprenden a otorgarle importancia a las razones, valores y principios que sus padres les inculquen.

La autoridad de los padres debe ser ejercida con sabiduría y amor, para nada con autoritarismo. Familias sanas engendran individuos más seguros, que no buscarán en las drogas momentos felices, de escape o de simple curiosidad.

Fortalecer las familias es la respuesta.

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