Con la Libertad de Expresión y otras libertades no se juega
Dice el viejo y conocido refrán que dice cuando el río suena, es porque piedras trae. La sabiduría popular rara vez se equivoca: Anticipa lo que muchos no quieren ver y nombra lo que algunos prefieren callar. Los refranes nacieron para advertir sin sobresaltos, para recordarnos que los peligros empiezan con rumores apenas perceptibles, leves como el murmullo del agua, que apenas salpica la piedra antes de desbordarse. No son presagios caprichosos; son señales que la experiencia acumulada que nuestros abuelos aprendieron a descifrar.
Y así ocurre con las libertades, especialmente con la libertad de expresión. Ninguna nación despierta un día, de pronto, sin derechos. Lo que suele suceder es más sutil y más inquietante: primero, cambian las palabras, luego se cuestionan los límites, después se normalizan ideas que antes causaban escándalo. De ahí al castigo por pensar distinto hay apenas un puente invisible que se cruza sin darnos cuenta.
La historia universal está hecha de episodios donde la indiferencia abrió paso al autoritarismo, mientras la ciudadanía, distraída, pensó que aquello era exageración o simple disputa política.
Costa Rica no es ajena a estos ecos. Cada sociedad, en algún momento, escucha el ruido del río y debe decidir si presta atención o sigue adelante como si nada ocurriera. No se trata de vivir con miedo, sino siendo responsables con las decisiones que debemos tomar.
Las libertades no se pierden por golpes de Estado cinematográficos, sino por descuidos cotidianos de la ciudadanía; por dejar pasar ciertos discursos, por aplaudir ocurrencias peligrosas, por creer que callar aquello que incomoda es una muestra de madurez. Pero el silencio rara vez protege; muchas veces, lo único que hace es abrir la puerta para que otros escriban la historia en nuestro nombre.
Costa Rica debe retomar su paz social y esto solo se hace cuando como se hizo en décadas anteriores, cuando se pensó en el bien común, se conciliaron diferencias y se escogió la ruta del diálogo virtuoso. No es cierto que nuestro país no sirve o que hemos vivido 70 años de oscuridad. Por el contrario, lo bueno que se ha hecho debe defenderse pues nuestro país es ejemplo entre muchas naciones.
Tengamos cuidado de que no seamos como esos países, donde por expresar sus opiniones disidentes a las personas les cercenan esa libertad, les suprimen otros derechos, o incluso los envían presos a la cárcel o los obligan tener que exiliarse en otra nación.
Que no permitamos ser ese país donde, como algún desubicado diputado sugirió, hace poco, el destierro a quienes pensaran diferente a este Gobierno; que esto no pase jamás.
¡Que nunca seamos presa de quienes quieren jugar con la libertad de expresión o con otras libertades a su antojo.
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