Teoría de la ventana rota

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Teoría de la ventana rota
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En 1982, los criminólogos James  Wilson y George Kelling formularon lo que se conoce como la teoría de la ventana rota. La idea es simple, pero muy poderosa: si en un edificio aparece una ventana rota y no se repara, pronto habrá más ventanas dañadas. Esa señal de abandono envía un mensaje: aquí no importa lo que ocurra. Y en poco tiempo, la falta de cuidado puede escalar en conductas antisociales, vandalismo o delincuencia.

El principio de la ventana rota se aplicó en ciudades como Nueva York en la década de 1990. Las autoridades descubrieron que atender “los pequeños problemas” como: grafitis, basura acumulada y la venta informal en sitios prohibidos; ayudaba a disminuir delitos mayores. Mantener el orden en lo cotidiano transmitía un mensaje claro: en este lugar sí importa lo que pasa.

Pero la teoría no solo es útil para la seguridad pública; también podemos llevarla a nuestra vida diaria. Pensemos en nuestros hogares, oficinas o incluso en nuestra manera de relacionarnos. Una pequeña acción descuidada, si no se atiende, puede abrir la puerta a problemas más grandes.

En lo personal, si dejamos que el desorden se acumule en una habitación, pronto toda la casa puede sentirse caótica. Una simple pila de platos sin lavar puede transformarse en una cocina inhabitable si se repite día tras día. Lo mismo pasa en el trabajo: tolerar retrasos pequeños sin corregirlos puede convertirse en una cultura de incumplimiento y falta de compromiso.

En las relaciones interpersonales también aplica el concepto de la ventana rota: Una falta de respeto “pequeña” que se deja pasar puede normalizarse y crecer en actitudes más dañinas. Cuidar los detalles, corregir a tiempo y establecer límites sanos es como reparar esa primera ventana rota: evita que la convivencia se deteriore.

La enseñanza es clara: no se trata de obsesionarse con la perfección, sino de reconocer que el descuido en lo pequeño abre la puerta a lo grande. La prevención siempre será más efectiva y menos costosa que la reparación posterior.

Aplicar la teoría de la ventana rota en la vida cotidiana es, en esencia, cultivar el hábito de cuidar los detalles: mantener los espacios ordenados, atender los problemas apenas surgen, y no normalizar actitudes que sabemos que pueden crecer en nuestra contra. Porque al final, reparar la primera ventana rota a tiempo puede ahorrarnos la caída de todo el edificio.

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