¡Urge fomentar una cultura de paz y respeto!

Aunque sea lamentable, no se puede ignorar que la violencia existe desde tiempos inmemoriales; por lo cual, su injerencia en nuestra sociedad no es nueva. Sin embargo, es difícil desconocer que, durante estos últimos años, la violencia se ha convertido en una de las situaciones más preocupantes en nuestro país, debido a las alarmantes proporciones que ha adquirido en nuestro medio.
Cada día hay más robos, asesinatos, ajusticiamientos, golpizas a menores o agresividad en las carreteras, canchas futbolísticas, en los centros educativos y hogares. En fin, cualquier ámbito se presta para que la escalada de hechos violentos no tenga fin; sin importar género, posición social o edad, la violencia azota al país con historias de hostilidad, miedo, inseguridad, venganza y sangre.
El problema es que, esta exposición constante a la violencia, bien podría provocar que muchas personas la vean como algo cotidiano, que se normalice el actuar y responder con agresividad, y, peor aún, que lleguen a creer que la solución a todos sus conflictos es la violencia, y no la conciliación, la justicia y la paz individual y social.
Por ello, en la situación actual de violencia que vivimos, mirar para otro lado, y no querer comprender que la violencia constituye una mortal enfermedad para la salud pública y la salud mental, sería, como mínimo, sumamente irresponsable. Recuérdese que si un problema social como el de la violencia, si no se aborda de forma efectiva y busca resolverse, acaba por convertirse en una problemática crónica y eternizarse sin remedio, con el agravante de que, finalmente, sea difícil de erradicar.
Ahora bien, si la seguridad, la disminución de la pobreza, la búsqueda de equidad social, el fortaleciendo del sistema de justicia y el mejoramiento de la educación, son obligaciones del Gobierno, no podemos dejarle toda la responsabilidad solamente a él. Cualquier solución dirigida a frenar este problema social de la violencia, debe ser un asunto que involucre a la totalidad de la ciudadanía.
Ya que, la disminución de hechos violentos será exitosa si, de común acuerdo, las autoridades gubernamentales y la sociedad en general, diseñan variadas estrategias y líneas de acción que estén orientadas, prioritariamente, a la prevención. Es decir, una prevención dirigida a construir una cultura de paz mediante el fomento de un ambiente social e individual de respeto, empatía y tolerancia mutuas; de valores sociales y de conductas personales que favorezcan que los conflictos se resuelvan de manera no violenta.
Porque, como lo decía Mahatma Gandhi: “la humanidad no puede liberarse de la violencia más que por medio de la no-violencia; la cual, es la fuerza de la verdad…, la fuerza del espíritu…, la fuerza del amor”.
Los comentarios están cerrados.