¡Sí hay por quién votar!

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¡Sí hay por quién votar!
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Las elecciones presidenciales, dentro de una vida democrática, nos brindan una extraordinaria oportunidad de escoger entre la esperanza de tener un mejor país donde se puedan confrontar proyectos de Nación y perfiles de gobierno.

Por eso, llegar a la conclusión de que no hay por quién votar, de que todos los candidatos son lo mismo o que es mejor no votar, es una muy irresponsable actitud ante un proceso democrático que exige de nuestra parte un total compromiso moral y cívico.

Por ello, si queremos un porvenir más próspero para la Patria, debemos transitar por el camino de fomentar una cultura cívica y de desarrollo político, y una forma de hacerlo es, definitivamente, ejerciendo el derecho al voto.

En una campaña donde se presentan tantas opciones por escoger, siempre habrá quien enarbole su candidatura sobre el camino de la esperanza; pueda elevar a un grado superior de desarrollo sostenido; sustente sus acciones en la justicia; trate de trabajar por los ciudadanos y busque consensos para beneficio del país. Eso de decir que no existe por quién votar es tan sólo un argumento pobre basado en la falta de interés de la población por conocer, a ciencia cierta, las propuestas de los candidatos.

¿Cuántas personas realmente se toman el tiempo para estudiar los programas de gobierno de los candidatos; de ver y analizar los debates o de aplicar un pensamiento crítico ante la campaña publicitaria que constantemente nos bombardea?, pero si no se hace, entonces se corre el riesgo de caer en falacias al basarnos en criterios construidos desde la emoción y no la razón.

A todas luces se debe crear en el país una cultura de participación política mediante el ejercicio del deber y el derecho al voto y, por qué no, mediante una campaña política personal que anime, a quienes están cerca, a disponerse a votar para elegir, racionalmente, a quienes tomarán el timón de un mismo barco.

En este sentido, ya es hora de despojar a la palabra política de ese disfraz de bruja que unos y otros le han puesto. Por la salud de la democracia, se debe tratar de hacer que el venidero evento electoral signifique, para quienes están apáticos, un aliciente que los motive a ejercer ese sagrado derecho del sufragio; y, además, una luz que encamine a hacer la mejor elección para el bien de nuestro país.

Un abstencionismo radical no se justifica. Lo que debe imperar es que cada ciudadano tenga conciencia y criterio para emitir el voto como una constructiva manera de forjar una mejor Patria porque, definitivamente, sí hay por qué y por quien votar, ¡hay que votar por Costa Rica!

 

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