Sale el Diablo a repartir Escapularios

Panorama Digital
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Cada vez se escucha con mayor frecuencia la poco pensada, pero si muy trillada e interesada frase de quienes afirman, con propósitos que no se atreven a confesar, que  los problemas de nuestro país no son sino consecuencia de los perversos y oscuros intereses de los Medios de Comunicación que manipulan nuestras voluntades.

Las medias verdades que así se expresan sin sonrojo, son mentiras que si bien en algunos casos pueden ser producto de la ignorancia de quienes las expresan u obras de la ficción creativa de resentidos sociales, lo cierto es que «en el fondo» y «por el fondo», si responden a muy claros objetivos de grupos organizados e interesados, que en los últimos años han venido implementando en varios ámbitos de nuestra realidad, distintas estrategias pseudo coherentes de engaño que van, desde la tergiversación de los conceptos relevantes para la vida común en una sociedad democrática como la nuestra, hasta provocar confusión y enfrentamiento social y familiar sobre los valores que la nutren.

No es baladí que meditemos con serenidad sobre lo que ocurre y sobre la encrucijada que enfrentamos.  La verdad existe, pero cada día parece haber mayor empeño por evitar que podamos advertirla fácilmente y con seguridad, lo que irremediablemente nos lleva al importante papel que en esto han cumplido y continúan cumpliendo los medios de comunicación.  Sin embargo, previamente debo aclarar que en este comentario solamente se hace referencia a la radiodifusión, es  decir a la radio y a la televisión abiertas nacionales, por ser el único servicio de telecomunicaciones que es de libre y gratuito acceso para todos

Costa Rica tuvo en aquél sector de la radiodifusión desde temprana edad. Una actitud más que notable, instaurando un modelo de desarrollo propio que favoreció la pluralidad de opciones y una extensa red de micro y pequeñas empresas especialmente en la radio, en donde las personas han tenido la oportunidad, además de informarse; de contrastar las distintas posiciones, y de expresar las propias, lo que sin duda se ha constituido en un muro protector del sistema democrático, así como de los derechos, garantías y libertades de los costarricenses. 

Sin embargo, aquella muralla de protección tampoco es inmune a los intereses de quienes saben que suprimiéndola, tendrían los espacios suficientes, libres de la sana crítica y el debate de ideas para hacer las cosas a su antojo.  La estrategia que han seguido los interesados en procurar lograr aquello, pueden resumirse en los siguientes grandes pasos:  Primero: Causar confusión sobre los contenidos e intentar destruir la confianza de las personas en la información que reciben a través de los medios.  Segundo:  Procurar sustituir a quienes se dedican a facilitar aquellos servicios de radiodifusión por otras personas que sean de su mejor agrado o conveniencia.  y  Tercero:  Ejercer control sobre lo que las personas pueden escuchar, ver y comunicar.  El peligro si existe. y también existen quienes pretenden hacer realidad las consecuencias que de aquello  se derivarían.  

Para ellos, afectar la robustez de nuestro sistema político democrático es lo de menos, simplemente porque existen intereses ideológicos y económicos que prevalecen por sobre los de la nación.   El discurso del engaño es en aquello como el del estafador que se vale de cualquier argucia para intentar llevarnos a error y vender la idea que le interesa.  

Por esa misma razón, es que verán ustedes como alegremente pasan de críticas puntuales a algún medio escrito, a referirse al uso del «espectro radioeléctrico» y en el proceso de confundir papas con chayotes, intentar lograr el propósito de «confundir pensamientos».

La apertura de las Telecomunicaciones, sin la cual no hubiese sido posible que el país enfrentara muchos de los retos a los que ha sido expuesto, impone también pensamiento serio y responsabilidad.  La libertad que conceden las múltiples vías de comunicación que hoy tenemos al alcance de la mayoría y esperamos que pronto de todos, imponen educación, y no crear comunidades propaladoras de chismes o falsas noticias.

La radiodifusión, a diferencia de las redes sociales y otros servicios de telecomunicaciones, si está sometida a estrictas normas que sancionan la eventual falsedad de lo que se pudiese afirmar, así como a responsabilidades civiles por la eventual comisión de aquellas conductas impropias.  Por aquél motivo, cuando se habla de medios de comunicación debe entenderse que se habla de radiodifusión o de prensa escrita y no de recortes, ni interpretaciones parciales de sus contenidos.

Para quienes sostienen aquél retórico discurso contra los medios formales, nosotros, los costarricenses,  no somos más que personas incapaces de tener una opinión propia sobre los temas que son de nuestro interés, porque aquella voluntad ya nos fue secuestrada por quienes quieren pensar por nosotros,  para que debamos querer lo que ellos quieren que queramos en función de sus intereses oscuros.  Así es como sale el Diablo a repartir escapularios.

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