¿Qué nos está pasando?

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¿Qué nos está pasando?
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Un cerebro abandonado en la vía pública. Una mujer, madre, hija y amiga, brutalmente asesinada y hallada de la manera más macabra en un refrigerador, víctima de la ira descontrolada y del machismo atroz de su expareja, por no mencionar otras tantas cosas más. Apenas, intentamos procesar todo lo anterior y justamente hace pocos días atrás, un hombre asesinó a su vecino con catorce disparos, poniendo fin a una disputa arraigada en el odio. ¡Señoras y señores! ¿Qué nos está pasando? ¿Cuántas vidas más deben perderse antes de que comprendamos que el odio y la violencia no llevan a nada más que a la destrucción de nuestra sociedad?Nos estamos desmoronando como nación. Yo no sé ustedes, pero yo quiero a mi país, ese de antes. Ese país de paz, cordial, donde los buenos días al entrar a un lugar encontraban respuestas, y con eco. ¿Adónde quedó el respeto y la urbanidad por quien vive a nuestro lado, por los demás?

Costa Rica, ese país de paz y de cordialidad, está desapareciendo ante nuestros ojos, devorada por la violencia, el narcotráfico y la decadencia desde todo punto de vista. Y si a lo anterior, le sumamos las redes sociales, esto se ha convertido en un escenario de linchamiento constante, reflejando una sociedad en crisis.

Anhelo la Costa Rica que conocimos siendo niños. No quiero una burbuja irreal, quiero una Costa Rica auténtica, donde la solidaridad no sea una excepción, sino la norma. Donde un saludo sea respondido con una sonrisa y no con desconfianza. Donde podamos vivir sin el constante temor de la violencia que ahora nos acecha por doquier.

¿Qué ha ocurrido con los pilares de nuestra república? Aquellos que deberían protegernos parecen habernos fallado. Los poderes que juraron servir al pueblo están corroídos por la corrupción y la indiferencia, el verbo barato, ese maestro de la retórica vacía, dicta sentencias antes de escuchar y da el peor de los ejemplos. El narcotráfico se ha infiltrado en nuestras comunidades, sembrando terror y destruyendo familias.

Es hora de despertar, de levantar la voz y exigir un cambio radical. No podemos seguir siendo espectadores pasivos de nuestra propia decadencia. Necesitamos una revolución de valores, una recuperación urgente de la justicia, la empatía y el respeto.

Costa Rica no puede seguir por este camino de autodestrucción. Es momento de que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de restaurar la paz y la dignidad que otrora nos caracterizaban. Que cada gesto de bondad, cada acto de respeto y cada esfuerzo por el diálogo sea un paso hacia la recuperación de nuestra querida patria.

No esperemos a que otros resuelvan nuestros problemas. La verdadera fuerza de Costa Rica siempre ha sido su gente, su capacidad de unirse y enfrentar la adversidad con valentía. Es hora de actuar, de ser valientes, de recuperar nuestro país y devolverle la grandeza que nunca debió perderse …pero sobre todo de poder tener nuevamente la esperanza.

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