Navidad con esperanza
La Navidad, más allá de las luces y adornos navideños, las fiestas, el ajetreo por las compras, los regalos, las cenas y las celebraciones, se presenta como una oportunidad para reflexionar en su esencia. Esta época propicia para la reflexión nos recuerda lo que verdaderamente importa: la empatía, el respeto, la compasión, la tolerancia y la solidaridad para con nuestros semejantes. De hecho, la Navidad es la mejor ocasión para entender el significado de la solidaridad.
La auténtica solidaridad se propone como una respuesta directa y necesaria frente al individualismo y la indiferencia. En el libro Soñemos Juntos, el Papa Francisco explicaba que su ejercicio debe entenderse no solo como actos de generosidad, sino, sobre todo, como la invitación a abrazar la realidad unidos por lazos de reciprocidad. El Papa Francisco nos aclaró que la solidaridad no es compartir las migajas de la mesa, sino hacer, en la mesa, lugar para todos. Por lo tanto, no basta con compartir lo que nos sobra o dar limosnas como una forma de limpiar la conciencia, sino que es preciso ejercerla generosa y genuinamente, desterrando la indiferencia ante las injusticias.
La solidaridad nos permite dar un sentido a nuestra vida y le otorga valor mientras que también contribuimos a un mundo mejor. Al mismo tiempo, tiene el poder de transformar positivamente la vida de las otras personas.
La solidaridad consiste en comprender el dolor ajeno y debe acompañarse de acciones concretas para mejorar sus condiciones. Implica un esfuerzo consciente por superar prejuicios y evitar la indiferencia hacia nuestros semejantes,esta práctica transforma la vida individual y brinda una razón para la existencia. Además, la solidaridad no es solo compasión; es un requisito para la recuperación y la estabilidad de las personas afectadas. La respuesta solidaria, con un rol esencial, debe practicarse con convicción.
A nivel social, cuando la solidaridad se practica de manera auténtica, tiene el poder de transformar a las personas y humanizarlas.
En una sociedad fragmentada, marcada por las desigualdades y por la indiferencia, la solidaridad se hace más necesaria que nunca, aunque su verdadero valor e impacto lo determina la autenticidad con la que se ejerce. En esta época navideña propicia para ponernos en los zapatos de los demás, se nos invita a que, desde nuestro espacio, rompamos muros y tendamos puentes.
Es fundamental que el ruido externo no nos impida escuchar nuestra voz interior. La meta es que el bienestar colectivo sea el objetivo que trascienda el bienestar individual.
Que cada luz navideña que adorna nuestras calles nos recuerde la esperanza, la bondad y la solidaridad que forjaron nuestros cimientos como país y que vuelva la paz, el respeto y la armonía para nuestra querida Costa Rica.
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