Llorar

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El llanto nos acompaña desde que nacemos y somos la única especie que llora por motivos emocionales. Es natural, espontáneo como sanador.

Favorece la empatía, compación y conducta asertivas interpersonales. 

Sobre el llanto la psiquiatra Marian Rojas Estapé señala que el cuerpo produce más de cien litros de llanto al año. Y que existen tres tipos de lágrimas.

Las basales; éstas sirven para mantener la hidratación del ojo. Otras son las protectoras, y brotan ante agresiones físicas, motas de polvo, o gases. Y las más significativas son las emocionales, que se activan cuando el organismo percibe un estado de alerta, tristeza, angustia o peligro. Al mismo tiempo se produce un aumento del ritmo cardiaco y enrojecimiento de las mejillas.

El investigador William Frey estudió hace unos años el comportamiento bioquímico de las lágrimas y  determinó que después de llorar intensamente  por angustia o tristeza excesiva afloran niveles elevados de cortisol, y esta es la razón por la cual se experimenta una gran sensación de liberación. Se descargan tensiones y desasosiegos al deshacerse de cantidades importantes de cortisol. 

Por es mejor llorar cuando hay dolor, que reprimirlo. No hay que decirle a las personas que no lloren, al contrario. Hay que halagar la valentía de hacerlo, pues implica aceptar al adversidad y enfrentarla aunque sea en medio de muchas lágrimas,

La gente que no llora sanamente tenderá a padecer con más probabilidad de estrés crónico, ansiedad, depresión, migrañas, dolores de cabeza, contracturas, alteraciones gastrointestinales, y dolores de espalda.              

A nivel psicológico ayuda a enfrentar conflictos mocionales porque mientras se llora se van identificando y así se trabajan y se procesan.

Si lloramos, automáticamente no solo nos convertimos en más vulnerables, sino que no hace falta explicarle a quien tengamos al lado que necesitamos su protección y apoyo.

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