Generación de Cristal

Se denomina generación de cristal, como una metáfora y etiqueta en debate, que describe la fragilidad y sensibilidad emocional de los jóvenes nacidos a partir de la década de 1990 y principios del siglo XXI. Se cree que esta fragilidad se debe a la sobreprotección parental, a la mayor exposición a información y estímulos digitales.
Una juventud sensible y vulnerable a la crítica, al rechazo y a las situaciones difíciles. La constante exposición a la tecnología y a las redes sociales, puede generar una mayor vulnerabilidad a la presión social y a la comparación con otros, la generación de cristal tiende a ser más consiente sobre la desigualdad social.
La sobreprotección parental genera diversos problemas en los hijos, baja autoestima, dificultad para tomar decisiones y una limitada capacidad para enfrentar la frustración y resolver problemas. La falta de oportunidades para desarrollar habilidades y confianza, limita desarrollar la seguridad, autonomía y resiliencia.
Al no permitir que los niños enfrenten desafíos, los puede hacer sentir menos capaces y más dependientes de la aprobación externa; la sobreprotección también limita la capacidad de tomar decisiones. Esto puede generar gran dependencia en el futuro, lo que dificulta el desarrollo de habilidades sociales y blandas.
Esa dependencia y falta de autonomía provoca riesgos padecer de ansiedad y miedos, ante la posibilidad de cometer errores; esto conlleva a un bajo rendimiento académico, dificultad para realizar tareas escolares y depender exclusivamente de la ayuda de los padres para salir adelante con sus responsabilidades estudiantiles.
Los problemas en las relaciones interpersonales de los estudiantes en los centros educativos, cada día son más evidentes, la violencia se agrava, los jóvenes no son capaces de manejar sus frustraciones y responden, con agresión, improperios e intolerancia, ante el menor conflicto.
Hay que ser muy claros y contundentes, el rol de los padres en el control de la violencia en las escuelas y colegios es crucial, tanto como, en la prevención como la respuesta ante la misma. Es responsabilidad absoluta de los padres hablar con sus hijos sobre el acoso estudiantil, fomentar el respeto, la empatía y actuar, si son testigos de acoso, buscar ayuda profesional si es necesario y apoyar a sus hijos en desarrollar roles de liderazgo positivo.
Los padres están en la obligación de prevenir la violencia en los hogares y centros educativos, al fomentar el respeto, la empatía, enseñar a sus hijos a identificar y evitar situaciones de riesgo; algo fundamental es la comunicación abierta y eficaz sobre cualquier problema, que puedan experimentar en los centros educativos.
Es inaceptable y reprochable, la alcahuetería de algunos padres, que defienden a toda voz, la vagabundería, la insolencia y violencia, que ejercen sus hijos en los centros educativos u otros lugares. Los educadores están para enseñar pero no para formar a los niños y jóvenes en valores y principios que se deben forjar en sus hogares y ciertamente reforzar en los centros educativos.
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