El negocio más importante de nuestra vida

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El negocio más importante de nuestra vida
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No se concibe alquilarle una casa a un  grupo de delincuentes para celebrarles una “fiesta” a 153 estudiantes de 12 a 17 años. Esto acaba de pasar en San José. La policía informó de una megafiesta de drogas y licor. Registrada la casa, parte de la droga la echaron por la tubería de la cocina, y parte se la llevó un grupo de jóvenes que se saltaron la  tapia de la propiedad.

Dentro de 10 o 15 años, algunos de esos estudiantes serán consumidores dependientes de aquellos narcotraficantes. Cuando entró en la vivienda la policía, solo encontró drogas y licor y un joven ya tirado en el suelo. Como algunos padres de familia no cuidan de sus hijos, tal vez el nuevo Ministro de Educación siembre una semilla de responsabilidad en la población cautiva del Magisterio Nacional.

Como quiera que sea, siempre serán los hijos el negocio más importante de nuestra vida. Porque ellos son personas únicas, irrepetibles e insustituibles, no máquinas para hacer dinero.

Algunos le dan más importancia al negocio que a los hijos: ignoran cómo piensan, qué discuten con sus amigos, qué prefieren estudiar, con quiénes salen, qué concepto tienen del amor, de la libertad, de la inclinación  de los sentidos, de la amistad, de la religión, de sus amigos, etcetera. Además, mucho se ha perdido de la relación entre el hogar y el centro educativo. Asimismo, se tiende a dar a los hijos una libertad ilimitada y no responsable.

Desde la más tierna edad, asignarles algunas tareas del hogar, responsabilizarlos en su trabajo escolar, fortalecerles la disciplina, apoyar sus entretenimientos, guiar su toma de decisiones para que aprendan a asumir con responsabilidad y seriedad los caminos que tomen sin desviarse de la recta conducta moral.

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