El Informe de labores del presidente Rodrigo Chaves, sus luces y sombras

El informe deja varios elementos sobre la mesa. Más que una rendición de cuentas tradicional, fue una pieza política construida en torno a una narrativa: la de un gobierno que lucha contra el sistema, que desafía las estructuras del poder tradicional y que apuesta por una transformación profunda del país. Este discurso, con sus luces y sombras, merece un análisis más amplio, no solo en clave nacional, sino también regional.
Hoy en América Latina vemos un patrón que se repite: mandatarios que buscan legitimarse como líderes de cambio a partir de una narrativa de confrontación institucional. Lo vemos en El Salvador, donde el poder se concentra en torno a un solo actor. En Guatemala, donde el nuevo gobierno intenta limpiar estructuras corroídas desde adentro. Y también en Nicaragua, donde se ha cerrado todo espacio para la crítica o la diferencia.
Costa Rica, aunque lejos de esos extremos, no está exenta de esas tensiones. El informe del Presidente evidenció un uso deliberado del lenguaje para polarizar. No hubo un repaso detallado de metas cumplidas ni de desafíos persistentes. Se privilegió la denuncia general del sistema y el llamado a un “despertar ciudadano” como mecanismo de presión para el cambio.
En democracia, transformar también implica construir consensos. Reformar no es sinónimo de confrontar. Y en un país como Costa Rica, donde la legitimidad institucional ha sido uno de nuestros mayores activos internacionales, cualquier erosión del respeto entre poderes debe preocuparnos.
Por otra parte, la reciente caída de Costa Rica en el ranking de libertad de prensa no es un dato menor. En un momento donde el mundo observa con lupa la salud de las democracias, estos retrocesos afectan no solo nuestra imagen, sino también nuestra capacidad de incidir en los temas regionales. Una prensa libre y un poder que rinde cuentas son condiciones necesarias para proyectar liderazgo más allá de nuestras fronteras.
El Informe 2025 nos plantea un dilema: ¿queremos consolidar un modelo democrático que inspire en la región, o nos basta con administrar la percepción interna?
Costa Rica necesita coherencia entre lo que dice afuera y lo que practica adentro. Si queremos seguir siendo faro democrático en la región, debemos cuidar nuestras formas, nuestras instituciones y nuestros principios. Lo contrario es perder autoridad moral… y con ella, nuestra voz en el concierto internacional.
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