El hombre más feliz del mundo

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El hombre más feliz del mundo
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Matthieu Ricard no es alguien común y corriente; doctor en biología molecular, monje budista en en Nepal y asesor personal del Dalái Lama, así como su traductor. Pero no es nada comparado con esto: según la ciencia es el hombre más feliz del mundo.

Con 76 años y nacido en Francia, Ricard tiene fascinados a los científicos que desde hace años estudian su cerebro con resultados sorprendentes.

Un estudio invitó a cientos de personas voluntarias a que les midieran su nivel de estrés, todo iba normal hasta que los números de este hombre dejaron a todos atónitos. Su nivel de estrés es menos 45, un dato que nadie esperaba que se obtuviera en el estudio.

A partir de ese momento Matthieu Ricard fue declarado el hombre más feliz del mundo.

Para él gran parte de este mérito se debe a la meditación, ya que está comprobado que las personas que dedican parte de su tiempo a esta práctica logran niveles de estrés más bajos, así como otras emociones, como por ejemplo la compasión hacia los demás.

Según “el hombre más feliz del mundo” la felicidad no es solo conseguir placer y placer, sino Es más bien el cultivo de muchas cualidades fundamentales como el altruismo, la compasión, la libertad interior, la resiliencia, el equilibrio emocional, el equilibrio interior y la paz interior.

Y sobre cómo encontrar la felicidad Ricard indica que a partir del desarrollo de esas cualidades para beneficio de los demás. Es decir, el concepto egoísta de la felicidad no es el correcto; según él, se es más feliz cuando servimos a los demás.

En palabras de él: El objetivo es traer felicidad a los demás y remediar su sufrimiento y, como beneficio adicional, uno siente una gran felicidad al ser amable y benevolente.

Y oído a esta frase que nos queda perfecta para el cierre: Según Matthieu Ricard cualquiera puede ser la mujer o el hombre más feliz del mundo simplemente siendo amable, compasivo, abierto a los demás y sintiéndose fácilmente satisfecho con las condiciones externas que no podemos controlar.

Ahí se la dejamos.

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