Costa Rica en la cuerda floja: El riesgo de aplaudir el populismo y olvidar nuestros logros democráticos

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Costa Rica en la cuerda floja: El riesgo de aplaudir el populismo y olvidar nuestros logros democráticos
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Costa Rica ha sido por décadas un referente en la región por su estabilidad democrática, su apuesta por la paz, y una sólida institucionalidad que, aunque perfectible, ha logrado avances sociales, ambientales y educativos admirables. Sin embargo, hoy enfrentamos un fenómeno preocupante: una porción significativa de la ciudadanía aplaude el estilo despectivo y chabacano e institucionalmente agresor del actual presidente, que en nombre de la lucha contra la corrupción, ha debilitado el respeto por los poderes del Estado y la credibilidad en el sistema democrático.

El combate a la corrupción es una causa legítima y necesaria, pero el método importa. Cuando el discurso se basa en descalificaciones personales, insultos y una constante erosión de la institucionalidad, el precio a pagar puede ser altísimo. Lo que parece una valentía necesaria ante la impunidad puede terminar siendo una ruta directa al autoritarismo, disfrazado de justicia.

¿Por qué esto resulta atractivo para muchas personas? Porque hay una profunda desilusión con los partidos y políticos tradicionales, por promesas incumplidas, lentitud burocrática, y una sensación de impunidad ante actos de corrupción. El populismo encuentra terreno fértil cuando la democracia no ha logrado responder de manera clara a las necesidades de justicia, eficiencia y equidad. Pero la salida no es destruir lo construido, sino mejorarlo.

El riesgo que no se ve.  El debilitamiento del Estado de Derecho no solo afecta a los políticos o a los jueces: pone en peligro toda la seguridad jurídica, la inversión, las libertades civiles, el acceso igualitario a los servicios y la protección de los derechos humanos de cada uno de nosotros.

Todos sabemos que es en las estructuras donde operan argollas de poder, clientelismo y privilegio se enraízan muchos de los males que generan desconfianza ciudadana. Es necesario implementar estrategias viables, visionarias y conciliadoras para debilitar esas argollas sin destruir la institucionalidad.

Hay muchas estrategias que se podrían implementar para renovar el Estado sin destruirlo.  No con mano dura ni con las manos atadas, sino con mano firme, limpia y constructiva, con diálogo virtuoso por respetuoso, es decir, cuidando tanto el contenido como la forma, escuchando con paciencia y apertura al otro, un diálogo integral, incluyente entre y con los distintos representantes de los diferentes grupos de la sociedad. Un diálogo enfocado en la construcción de programas y  soluciones para cumplir mejor con las necesidades de la comunidad en vez de perder el tiempo en acusaciones informales y afrentas personales.

La función del estado es promover un desarrollo dignificante y la realización del gran potencial humano, en un clima transparente de concordia, comunicación efectiva, justicia y paz.

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