Campañas políticas de altura

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Campañas políticas de altura
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Una campaña política de altura recurre a los argumentos y no a los insultos, porque las campañas son debates, no pleitos de cantinas de mala muerte. Así que, el recurrir a la chota y a la burla, en vez de proponer debates de altura para criticar al gobierno y de paso dar soluciones, dice mucho más de quienes se burlan e insultan que de aquellos a los cuales van dirigidos sus agravios.

El hecho de que la chota forme parte de nuestra cultura, no significa que entre damas y caballeros debamos de recurrir a ella. Una cosa es decir las cosas, con altura y caballerosidad y otra, utilizar técnicas de arrabales para pretender falazmente ganar políticamente.

La política no debe ser un pleito de calle entre los peores que quieren gobernar y llevarnos al final del ciclo político sino debe ser un intercambio de ideas de los mejores, que sacrifican su tiempo y vida para servir a los demás. Los idealistas tienen un eslogan: “saber para servir” y quizá la clase política actual pueda tomarlo y aplicarlo para gobernar. Se gobierna para servir y no para servirse.

Como decía un famoso matemático árabe, la ética es la base de todo. Una persona puede tener cualquier cantidad de atributos, pero si le falta la ética entonces no tiene nada. Gobernar con ética implica ser transparente con la ciudadanía. Gobernar con ética implica reconocer los errores y enmendarlos. Gobernar con ética implica tener en mente los intereses públicos a la hora de tomar las decisiones, no lo contrario. 

En la política se debe ser flexible hasta cierto punto, pero no al punto de cambiar los principios. Los árboles más fuertes, dicen los japoneses, son los bambúes porque sus raíces son profundas y, por más vendavales o tormentas, sus troncos se tuercen, pero sus raíces permanecen intactas.

Es hora de que las buenas personas ingresen a la política y gobiernen. Hay que dejar de lado el miedo y el qué dirán, porque la verdadera humildad no se trata en ser el señor o señora popularidad sino en decir las cosas como son, sean del agrado de las muchedumbres o no.

Los grandes cambios positivos en la historia provienen de haber hecho lo correcto, sin importar si quien está cometiendo el error es un líder político, religioso o una persona allegada. A quien yerra se le debe hacer ver su error y para ello debe haber apertura de la otra persona, porque la otra cara de la humildad radica no solo en hacer lo correcto sino en recibir la crítica constructiva sin alterarse.

Un buen político no se ofende cuando lo critican, ni se crece cuando lo elogian, porque su norte, su razón de gobernar radica en el bienestar de los demás.

No es tan descabellado el dicho popular escandinavo que para que yo esté bien, mi prójimo tiene que estar bien.

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