Amemos a nuestro país y a su democracia

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Amemos a nuestro país y a su democracia
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Los costarricenses debemos mostrar interés, respeto, educación y compromiso en edificar un país digno para nosotros y para las generaciones del mañana. Así como el respeto sembrado por padres y abuelos entre hijos y nietos desarrollaron un sentido de superación y de común objetivo de vivir mejor, los costarricenses debemos buscarlo también en el panorama más amplio de nuestras comunidades y de nuestra nación. El país y sus instituciones merecen respeto, cuido constante, dedicación, ahínco en nuestras luchas por verlos mejor hoy y dejarlos mucho mejor para el futuro.

Los costarricenses no somos enemigos unos de otros, a veces somos adversarios en nuestra perspectiva de analizar las cosas o en las soluciones que deberemos adoptar para resolver nuestros problemas comunes. Sin embargo, poco a poco al influjo de estrategas políticos, la atmósfera del país se ha ido envenenando, las palabras poco a poco se han ido tornando crudas e hirientes, las personas más sencillas se han ido empujando al odio, a la violencia, al resentimiento y de manera clara cada vez más a considerar que el modelo político de democracia que hemos vivido ya no es útil a nuestra convivencia, a nuestra vida en común en paz y concordia. Muchos han hecho un esfuerzo monumental por romper la concordia y el entendimiento entre los costarricenses.

Mal hacen quienes minan las bases de la democracia, de la confianza en el sistema y en los funcionarios costarricenses nacidos en nuestras comunidades, tan solo por acabar con la credibilidad política de unos o de otros, se producirá un estallido de violencia al acabarse el camino, y entre muertos y heridos las cicatrices no sanarán en generaciones. Tengo clarísimo que quienes viven en el odio y la confrontación permanente, que quienes propician el mismo, que quienes por lograr sus pasajeros designios políticos destruyen y ahondan divisiones sociales, terminarán pereciendo en ese marasmo después de sumir a Costa Rica en el caos.

No ha sido una estrategia de patriotismo el dividir y llenar de odios a las gentes solo como herramienta de ganar elecciones. No ha sido sino un fiasco de estrategia y una ruta construida para hundirnos en la tragedia.

Aunque cueste, debemos todos de reflexionar en serenidad y de manera solemne enmendar todas las cosas que hemos dicho, todas las descalificaciones que hemos pronunciado, todos los insultos que nuestras almas llenas de resentimiento e ira han guardado hasta que nos hemos destapado. La mentira y la desinformación deben de cesar de una vez por todas de manera total.

Todavía es tiempo de recomponer el camino.

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