A propósito del ring

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A propósito del ring
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Una psicóloga de la vieja guardia me decía que los centros educativos no contribuyen al sano y completo desarrollo de la personalidad de sus estudiantes; sobre todo en el varón; pues no generan espacios y oportunidad para que ellos resuelvan diferencias entre sí, de manera no violenta, siendo que esto es una necesidad latente en cuanto al tema de fondo. 

Aunque este comentario tiene alguna similitud con lo planteado, recientemente, por el diputado Gilberth Jiménez, en torno al ya famoso ring de boxeo en los centros educativos, con el propósito de disminuir la violencia en estos, se diferencia en cuanto a usar la violencia para resolver las diferencias. Lo procedente en los centros educativos es promover un diálogo que fluya de forma natural y respetuosa, bajo la supervisión de un docente especializado en la solución de conflictos.

Nicolas Sarkosy, ex presidente de Francia, manifestó su preocupación por el rumbo de la sociedad.  Decía que el problema se originaba porque hoy día todo lo vemos desde la sicología, con tendencia a evitar el dolor, el sufrimiento, el esfuerzo agotador y exigente, derivado del trabajo con un propósito constructivo.

Contaba que, en sus años de estudiante, exigían saber de arte y de música, aparte del dominio del conocimiento; lo que sensibilizaba al estudiante y le desarrolla destrezas y habilidades para la interacción social. 

Hoy, nuestra sociedad sigue el modelo del menor esfuerzo, que propicia el llegar abordando atajos y señalando mal aquellas causas que exijan la milla extra.  

Eso derivada en una restricción de autoridad para los docentes y los centros educativos de hoy.  Tiempo atrás, el mejor socio que tenían los padres en el proceso formativo de sus hijos eran dichas instituciones educativas, mismos que hoy día solo cumplen el rol de trasmisores del conocimiento. Como siempre hay excepciones, como los que por cuenta propia han decidido educar por competencias, siendo estos, los menos.

El tema de fondo no es el ring sino la necesidad de nuestra sociedad de regresar a las buenas prácticas del buen vivir, que otrora caracterizaron a Costa Rica, empezando por entender que los valores y principios que identifican y definen a la familia, no se negocian ni se acomodan a la moda. Esa sociedad, buena, propositiva y constructiva se nos desvanece hoy como mercurio en nuestras manos.  

Muchos hoy día piensan en el cómo, sin haber definido el qué, por ello definamos como nación, tal como ya lo hicieron Japón y otros, el esquema de valores que nos identifican y marcan el derrotero de hacia dónde queremos ir.

Brindemos espacios para que nuestros jóvenes sean sabios, no solo en el dominio del conocimiento, sino además en lo que se refiere a inteligencia emocional; donde uno de los pilares es la capacidad resolutiva de conflictos.   

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