Los aplausos

Doña Marina Benavides es una oyente que nos pidió aclararle una duda a su hija de once años, que se llama Sofía.

La consulta de Sofi es sobre los aplausos. Ella quiere saber el origen de esta muestra de celebración o de aprobación, por parte de una u otras personas.

Nosotros revisamos nuestra biblioteca y esto fue lo que encontramos. Mucha atención doña Marina y Sofía.

Desde tiempos de la antigua Roma existía la tradición de hacer cierto ruido para “premiar” algún acto público, por ejemplo, una presentación en el teatro. Una de las opciones era precisamente dar palmadas con la mano plana o hueca, pero también podía ser golpearse los dedos, o agitar el faldón de la toga.

Con la proliferación del cristianismo, las costumbres del teatro romano fueron adoptadas por las iglesias. El historiador Eusebio cuenta en sus textos que las congregaciones aplaudían luego de escuchar los sermones.

El aplauso en las iglesias terminó, sin embargo, pasando de moda, debido al aire ceremonial de las misas, pero pronto se extendió a los teatros y a las salas de conciertos como una forma de agradecer a los artistas por su trabajo.

Sin embargo, aun en nuestros días, no siempre un aplauso es bien recibido. Por ejemplo, en los teatros de Berlín, en Alemania, se prohíbe el aplauso durante el espectáculo y antes de la bajada del telón.

El aplauso más largo de la historia lo recibió el tenor español, Plácido Domingo, tras interpretar a Otello en la Ópera Estatal de Viena.

El tenor hizo su memorable actuación el 30 de julio de 1991 y tan entusiasmados quedaron los espectadores que le hicieron salir a saludar , nada menos que 101 veces. En total, recibió una hora y veinte minutos de aplausos espontáneos.

En el caso de las personas no oyentes, la forma de aplaudir es levantando las manos y moviéndoas en el aire.

Esperamos que esta información sea suficiente para complacer a Sofia, la hija de doña Marina Benavides a quienes les dedicamos este aplauso.

Muchos saludos.

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