Trabajar antes de la emergencia

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Trabajar antes de la emergencia
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Dichosamente la tormenta se alejó más rápido de lo previsto.  Nos quedan las consecuencias. El dolor de muchas familias, comunidades aisladas, anegadas, carreteras dañadas, poblaciones impactadas.  Pero también nos queda la satisfacción de comprobar que hay una institucionalidad que responde; un funcionariado público entregado, trabajando para restablecer la normalidad lo antes posible. 

Hay que reconocer que, como país, hemos desarrollado un sistema de comités de emergencias que cubre todo el territorio nacional y que con sus diversas fallas ha demostrado estar a la altura de las circunstancias. Es necesario fortalecerlo, sobre todo en lo que corresponde al control de los recursos que se ponen a disposición de la emergencia. Ese siempre será el reto mayor.

Lo que urge atención y esmero en este país -y le vamos a entrar con fuerza-, es a algo de lo que poca gente habla: la gestión del riesgo a partir de un Ordenamiento Territorial Estratégico. En otras palabras, planificar el crecimiento de nuestras comunidades cuidando de respetar los límites que nos marca la naturaleza.  Esa planificación hubiera evitado en esta ocasión mucho sufrimiento y pérdidas materiales de las que tuvimos. Es ahorro nacional a largo plazo. Significa anticiparnos a los eventos antes de que ocurran.  Basta con echar un vistazo a los lugares que sufrieron el mayor daño. En casi todos los casos era previsible  que sucediera algo como lo que finalmente pasó.

En muchos casos los deslaves o inundaciones se habían dado con anterioridad y aún así seguimos construyendo o poblando los mismos lugares. Como sociedad y Estado no estamos haciendo nada para cambiar eso.  Por esto tenemos que aplicar una serie de acciones permanentes antes de que  la emergencia esté sobre nosotros.

Cuidar en serio nuestra casa común para garantizarnos calidad de vida, con un Estado que sea para la gente, sin corrupción, eficiente, ágil, moderno y que resuelva.

Convertir el Ordenamiento Territorial Estratégico en una actividad central del Estado. Debemos definir y dejar claro qué se puede y qué no se puede hacer en las distintas partes de nuestro territorio, tomando en cuenta que el cambio climático ya es un hecho.

Recuperar y fortalecer el INVU para que cumpla las funciones de planificación territorial estratégica.  Rediseñar nuestro modelo de planificación territorial.  Hoy nuestras 82 municipalidades deben hacer cada una su plan regulador. Esto no es funcional porque muchos de nuestros problemas involucran a más de un cantón. No tenemos capacidad de ordenamiento nacional ni regional.

Sólo así, cambiando nuestro rumbo en el futuro, nos evitaremos mucho de la angustia y el sufrimiento que hoy vivimos.

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