Sintonía de Paz

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Aquella noche, cerca de las nueve, se repetía con ansiada espera, la misma película santa.  Era un sábado, y la miel de chiverre ya había enfriado lo suficiente para servirse. 

Pero la naturaleza tenía planeado interrumpir el postre. La noche del 2 de abril de 1983, en la  Zona Sur del país, la tierra realizó uno de sus retorcijones más recordados mientras el cielo se unía al espectáculo con un juego de luces en forma de vapor luminoso. 

¡Luminiscencias y terremoto!, todo en una sola noche, en unos pocos minutos.

Mi abuela no se dejó turbar por las teorías acerca del fin del mundo, que siempre afloran alrededor de circunstancias catastróficas. Buscó esa voz confiable que se encendía con 6 baterías de las gordas. La radio fue el alivio a tanta incertidumbre. No despegó su oído de él, durante las 50 réplicas posteriores al terremoto. Con cada sismo, subía el volumen y el locutor se encargaba de dar instrucciones, pero sobre todo de transmitir tranquilidad. 

Ese día, un aparato eléctrico fungió como pacificador. Detrás de él, una voz: Un locutor cuyo único fin, era hacer de su talento un instrumento de diálogo tranquilizador. 

Don Amando Céspedes Marín, pionero de la radio en Costa Rica, ya había experimentado la efectividad del aparato receptor y en 1923 no dudó en captar las primeras señales de radio, utilizando como medio, una antena de bambú. 

El 13 de febrero es el día Mundial de la Radio bajo el lema: «Diálogo, tolerancia y paz»; y me hizo recordar a mi abuela, quien esa noche,  encontró paz a través de sus ondas. Junto a ella, muchos otros pudieron dar fe de no haber entrado en pánico, gracias a la dirección que les ofreció la radio. 

Pero no podría pensarse en la efectividad de la radio sin la figura del locutor. Del hablante locuaz que encarna el arte de hablar. Figura inherente de la radio.

Al celebrar la radio, debemos contar las velas encendidas que representan a las voces de fuego. Voces que, sin miramientos, han defendido a los que no tienen voz. Debemos partir el pastel por igual, sabiendo que nuestras palabras cargan una gran responsabilidad tanto frente al micrófono como fuera de él.    

Pero sobre todo, celebremos la radio en positivo y hagamos con la palabra, la música, los silencios y los efectos de sonido, una fiesta radiofónica. Sintonicemos la radio con un abnegado compromiso social.

Hoy y siempre será un buen día para producir la radio del diálogo, la tolerancia y la paz. 

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