Pequeños pasos hacia una mejor educación

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Pequeños pasos hacia una mejor educación
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Ya es trillada la discusión sobre la necesidad de una reforma en el sistema educativo de Costa Rica. La deserción escolar, la calidad de la información que asimilan los estudiantes, las metodologías de enseñanza-aprendizaje y la capacidad de los profesores para impartir las materias, son temas que ciertamente merecen trabajo por parte de nuestros ministros. Sin embargo, frente al reto de mejorar la educación primaria y secundaria, podría fácilmente caerse en la tentación de buscar soluciones sin pensar en el futuro, es decir, plantear reformas que no aborden la preparación de los estudiantes en función de las demandas del mercado laboral a largo plazo.

El mercado laboral de hoy, y es posible atreverse a proyectar un comportamiento similar en el futuro, no busca profesionales que únicamente dominen su materia. Las llamadas habilidades blandas como el trabajo en equipo, el liderazgo y la capacidad para desarrollar proyectos son cualidades ya no vistas como pluses, sino indispensables para los reclutadores de recurso humano. En el mercado laboral ya no bastan el título, las notas y los cursos, a lo anterior hay que sumarle detalles clave como la actitud, el comportamiento y la ética.

Ante esta realidad, si miramos las metodologías que se desarrollan en las escuelas y colegios, nos encontramos con clases magistrales orientadas a la memorización de contenidos para cumplir con una cuota de exámenes aplicados individualmente. En conclusión, los estudiantes están aprendiendo a obtener resultados individuales en una matriz generalizadora; lo contrario a lo que se hace día a día en las empresas. El peligro de este tipo de enseñanza a largo plazo no es difícil de proyectar, pues el resultado lo tenemos hace años en nuestros ambientes de trabajo: el compañero dedicado a una sola labor, al mínimo esfuerzo y apoyado en la mediocre cultura del “eso no me toca a mí”.

Es cierto que Costa Rica necesita una reforma integral en su sistema educativo, sin embargo, ya es posible hacer pequeños cambios hacia una mejor educación. La implementación de metodologías evaluativas que impliquen el desarrollo de proyectos en equipo, trabajos de investigación grupal que fomenten la innovación mediante la búsqueda de aplicaciones prácticas de la materia vista en clase, y la apertura de espacios para que los estudiantes compartan sus aprendizajes, promueven y fortalecen los valores requeridos para trabajar de forma óptima, y ayuda a los jóvenes a conocer sus propias habilidades laborales y las cualidades personales que pueden aportar a sus equipos de trabajo.

Con metodologías de este tipo y la virtud pedagógica de los docentes, los exámenes poco a poco dejarán de ser un pozo de tensión, y la asimilación de los contenidos será menos un ejercicio memorístico y más un trabajo en equipo.

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