Participación y servicio

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A nuestro país le vendría bien una vida donde las realidades humanas sean penetradas por las realidades sobrenaturales, como recomienda un autor. Así, el conjunto de libertades  estaría fundado en la responsabilidad y la verdad, no en la pasividad y su hermana la comodidad.

Esa cultura de valores humanos y espirituales está fundada en nuestra memoria colectiva, acuñada por varios siglos de vida. Tal memoria no debe ser adaptada a la pretensión  de cada persona, sino al contrario, el querer debe estar iluminado por la memoria colectiva, poseedora de valores humanos y espirituales. Siempre mantengamos una existencia marcada por la generosidad, el servicio y la comprensión, donde abunde el respeto mutuo, la aceptación, la tolerancia y la paz, familiar y social. Por tanto, cultivemos una vida con más  espíritu de entrega y de cooperación.

Tampoco podemos fomentar aquello que divida al país, como el inconcebible maltrato de las mujeres, a veces consideradas como sirvientes del varón o sujetas a sueldos inferiores a la paga de los hombres. Conservemos la condición de personas únicas e irrepetibles, dotadas de inteligencia, conciencia y voluntad, para que desde este umbral antropológico broten valores humanos y espirituales permanentes. Recordemos que la división engendra reclamos y violencia intrafamiliar e hijos desorientados y lanzados a las drogas, la deserción escolar y otros males.

Detengámonos un momento en una palabra clave, generosidad, definida así por el experto inglés David Isaacs: “Actúa en favor de otras personas desinteresadamente, y con alegría, teniendo en cuenta la utilidad y la necesidad de la aportación  para esas personas, aunque le cueste un esfuerzo” -La  Educación de las Virtudes Humanas, página61-.

La generosidad es una forma de participar en la vida de todos, de ayudarlos, y de que se sientan acogidos, valorados, y queridos. Revisemos conductas, comportamientos.

Nunca es tarde para rectificar y empeñarse y en contribuir a hacer la  vida más agradable, para los de la casa y también para los compañeros del ejercicio profesional, del taller, la oficina o el campo.

En este mundo confuso, de los, de tan solo negocios, engaños y mentiras, a su vez se nos presenta la oportunidad de transformarlo de impersonal y salvaje en humano y vivible. A pesar de los males, no dejemos de luchar y de llevar un poco de alegría a los demás. Luchar es vivir y hacer siempre el bien, no para otra cosa estamos en este mundo.

No nos olvidemos de participar y de servir en todos los quehaceres de la vida.

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