La lectura: un derecho y una obligación social

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El 23 de abril se celebrará un acontecimiento vital para quienes somos amantes de las letras como lo es el Día del Libro y del Idioma Español; fecha que fue la escogida por la UNESCO porque precisamente un 23 de abril fallecieron Shakespeare y Miguel de Cervantes.

Y es que desde mi oficio como escritor, desde mi visión como lector, desde mi posición como docente universitario en el área de la comunicación, no puedo más que celebrar este tipo de acontecimientos que buscan hacer reflexionar sobre la importancia de los libros y de la lectura como mecanismo de conocimiento y, especialmente, para alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de leer.
Porque, en efecto, en este mundo de una agobiante presencia de lo superficial, considero que, más que nunca, los libros se transforman en una herramienta fundamental para el desarrollo cultural, social y espiritual de los pueblos.
Esto por cuanto los libros son el medio por el cual podemos aportar ideas y sentimientos más libremente; nos permiten conectarnos con nuestra parte intelectual y creativa; nos facilitan proponer el análisis o el debate sobre diversos temas; nos permiten vivir, crecer, sentir y soñar plenamente y, especialmente, nos ayudan a iluminar nuestra alma y nuestra mente. En fin, la lectura debe ser un derecho y una obligación social para acceder no solo a la información, sino a la formación.
En este sentido, ciertamente, los libros son la diferencia entre la barbarie y el saber; entre la luz y la sombra; entre la esperanza y la desesperanza; entre el retroceso y la evolución… Pero para que esto realmente suceda, hay que aprender a ser amigos del libro, ¿qué quiero decir con esto?…, sencillamente que debemos aprender a comprenderlos, oírlos, sentirlos, degustarlos, olerlos, acariciarlos, vivirlos, en fin, amarlos…
Sea entonces, esta próxima actividad de celebración del Día Internacional del Libro y el Idioma Español, un especial pretexto para rendirle un verdadero y sentido homenaje a esa literatura que, diariamente, empapa la historia de la humanidad. Y, además, para valorar el arte de los escritores, nacionales o internacionales, por sus meritorias contribuciones al progreso social y cultural de los pueblos.
Ojalá, entonces, que encendamos, permanentemente, esa placentera antorcha que nos haga necesitar y amar, cada vez más, los libros para hacer de ellos una aventura, una manera de vivir diferente, una catarsis, una liberación, una oportunidad de transcender, de realizarnos y, ante todo, perfeccionarnos como humanos.
Porque como expresara el escritor nicaragüense Rubén Darío: “Los libros constituyen la fuerza, el valor, el alimento, la antorcha de pensamientos y el manantial de amor de nuestras existencias”.

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