Crecer en fortaleza

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Crecer en fortaleza
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La fortaleza nos hace más valientes, decididos y seguros. O sea, subir un poco cada día, no estancarse y emprender  empresas grandes y pequeñas,  y saber vencerse cada día. El experto David Isaacs la define así: “En situaciones ambientales perjudiciales a una mejora personal, resiste las influencias nocivas, soporta las molestias y se entrega con valentía en caso de poder influir positivamente para vencer las dificultades y para acometer empresas grandes.”

Fortaleza, pues, para emprender grandes y pequeñas empresas o para combatir calamidades opuestas al crecimiento humano y espiritual de la persona. Es fundamental para aportarle mayor calidad al trabajo y a toda clase de relaciones humanas, ya sean familiares, laborales y burocráticas, comerciales o que se den en el aula universitaria, escolar o colegial. Volver a la fortaleza es también inyectarle al quehacer diario una vitamina humanitaria que mejore la convivencia.

Cinco siglos antes de Cristo, el filósofo Platón, al principio, recomendaba la educación de los hijos a cargo del Estado. Posteriormente, en mayo de 1968 se difundió el lema “prohibido prohibir”, demarcado espíritu neomarxista,  y con lo cual se difundió una libertad sin responsabilidad. Por tanto, los hijos quedaron fuera del Estado pero también de la familia. A su vez, la moderna ideología del género pretende hoy, que haya menos hijos ante el crecimiento demográfico de la tercera edad. De algún modo continúan golpeándole a la sociedad actual, el menosprecio de la vida humana, como si ésta fuera culpable de la desorientación espiritual del hombre contemporáneo.

Vale la pena crecer en fortaleza para remediar desviaciones y rescatar la necesidad de conquistar una convivencia fundamentada en el amor, el respeto, la alegría y la paz.

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