Acerquémonos a la vida

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Acerquémonos a la vida
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Acerquémonos más a la vida humana y no a ese humanismo tortuoso que se dirá capaz de llevarnos al abismo. Ojalá haya en todas partes defensores del regalo-tesoro de la vida, no así del “humanismo” sustentado del feminismo radical.

Blanca Castilla de Alcázar, profesora de filosofía de la Universidad de Madrid demuestra cómo este movimiento proviene del dualismo cartesiano perteneciente al filósofo francés René Descartes, quien dice así: “Cogito ergo sum”, Pienso, luego existo. O sea, el pensamiento para él es lo principal y el cuerpo pasa a segundo plano.

El cuerpo queda disponible para todo tipo de experimentos, ya sea el aborto, la muerte o eutanasia de un enfermo terminal, de un embrión humano, de un comatoso…

En el feminismo radical hasta llegan a burlarse de la compasión, pues piensan que la autonomía, los deseos y la determinación personal todo lo permiten. Aquí, un grupo de 46 mujeres, deseosas de imponerle al país sus creencias anti vida, se asemeja a la célula sandinista denominada “Poder ciudadano”, órgano anti democrático de control político de Nicaragua.

Ese mismo movimiento se repite en Chile, y representado por una mujer. En cambio, nuestra libertad cívica ha defendido la vida, comenzando por la Constitución Política, cuyo artículo 21 consagra: “La vida humana es inviolable”, aunque una comisión americana relativice hasta la Constitución.  Ya un tratadista suramericano abre al respecto un camino de esperanza. Es de esperar que la madre que capitanea el mencionado grupo costarricense, reaccione y no castigue el embarazo con el aborto de una criatura indefensa.

La vida humana es un regalo-tesoro merecedor del más profundo respeto y merecedor de que los señores diputados, de presentarse la pretensión del aludido grupo de 46 mujeres, tengan la sabiduría, serenidad y firmeza propios de todo actuar humano. El actuar de toda persona está precedido, como en este caso del acatamiento de una Constitución previsora y no de una sentencia interamericana permisiva.

Finalmente, respetemos el prodigioso misterio de la vida.

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